Soy una mujer trans migrante colombiana de 43 años, nací en un hermoso puerto llamado Buenaventura, donde el currulao y la marimba nos une como una cultura negra. Orgullosa de mi pueblo, de personas pujantes alegres siempre dispuesta a ayudar, con un mar hermoso donde las ballenas llegan aparearse y la brisa es húmeda y cálida. Pero también un puerto afectado por la violencia ejercida por distintos grupos armados al margen de la ley, e incluso estatales, casos como los “falsos positivos” en los que se asesinaban jóvenes para hacerlos pasar por baja de guerrilleros, o las llamadas “vacunas”, que son cobros a pequeños comerciantes o agricultores. Buenaventura un lugar en el que el derecho internacional humanitario es una quimera, generando así altas cifras de muertes en condiciones de tortura y prácticas inhumanas.