Este 8 de marzo, escribo para invitar a las mujeres mexicanas en Chile, en toda su diversidad, a no soltarnos, a aprovechar que somos un grupo donde hay “chile, mole y pozole”, para seguir fortaleciendo el apoyo mutuo que hemos aprendido a sostener. Que nuestros encuentros no queden en compartir comida y tradiciones, sino que activamente generemos espacios para el llanto, la tristeza, las inseguridades y los consejos. Hablemos sobre los posibles riesgos de la migración “por amor” y sigamos acompañándonos por todos los medios que hemos logrado.
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Ana Paula Sánchez González