Negar el racismo es barrer bajo la alfombra

«Todos pueden hacerlo», dice Morgan Freeman en medio de una conversación sobre la relación del color de la piel y las oportunidades que se tiene. «Dejando de hablar de eso», dice en otra entrevista cuando le preguntan cómo eliminar el racismo. Pudiera tratar de entender el punto del actor, pero lo que en realidad haríamos es barrer y esconder la basura debajo de la alfombra.

El viejo método del negacionismo y el añejo discurso de «con esfuerzo todos pueden», son las principales armas que tienen los que no ven -o no quieren ver- las distintas problemáticas sociales, entre ellas el racismo.

«Sólo fue un mal procedimiento, pero nada tiene que ver conque sea negro», leo en redes sociales frente al asesinato de George Floyd. «Pero ese negro no era ningún angelito», justifican. «¿Y cuando un negro mata a un blanco?», sigo leyendo. «¿Por qué Freeman pudo conseguir el éxito siendo negro?».

Quieren tapar el solo con un dedo. Lo cierto es que el racismo se niega a huir y sigue presente, incluso, en situaciones cotidianas y en dichos populares como: «negro ni el teléfono» o «¡Es rubio!, se está mejorando la raza».

¿Y las oportunidades? No nos vayamos hasta los Estados Unidos para hablar de ello, porque lo podemos ver de cerca. Las cifras estiman que un tercio de la población latinoamericana es afro-latina, pero al mismo tiempo representan, en promedio, la mitad de los más pobres. En Colombia, por ejemplo, el 80% de afrodescendientes vive en la extrema pobreza y sólo la mitad de ellos tienen oportunidades reales de ingresar a la escuela secundaria, lo que conlleva a un ciclo sin fin de desigualdad social, según datos del Banco Mundial. Y si en Colombia llueve, en Chile no escampa: tener la piel oscura o poner un apellido Mapuche en el currículum en el país austral es motivo de descarte, por lo menos en muchos casos. Esa es una realidad que se puede palpar, sentir y medir. No porque hayan unas excepciones de personas que hayan superado las adversidades de origen racista, no significa que no exista. Negarlo es no salir de la burbuja o no ver más allá de lo que su propia vista le permite.

La estrategia de negar o justificar las distintas prácticas racistas, por muy «pequeñas» o «aisladas» que parezcan le hace un flaco favor a la lucha contra esta realidad social, puesto que es desentender que existe un pensamiento o ideología mucho más superior que siempre querrá subyugar al otro, ya sea porque es indígena, porque es asiático, porque es negro.

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