Hace cuatro años que no iba a Chile, y a pesar que durante todo este tiempo he estado al tanto de los acontecimientos más o menos significativos que han sucedido en nuestro país, no sabía del todo con lo que me iba a encontrar. Ciertamente esperaba que en cuatro años algunas cosas cambiasen, siempre se guarda la esperanza que el país evolucione y experimente, por ejemplo, mejoras en aspectos sociales que tanto se necesitan. Sin embargo, las noticias que recibía desde Chile apuntaban en otra dirección. De un tiempo a esta parte el país decidió vender como imagen su “gran crecimiento económico”, muy cuestionable por cierto, puesto que la desigualdad en nuestro país es tremenda, por lo que entonces, me esperaba que las cosas no anduvieran del todo bien.
Mi estadía fue sólo de un mes, pero a pesar del poco tiempo, pude comprobar cómo Chile continúa, lamentablemente, en el mismo sinsentido del consumo, confundiendo crecimiento económico con mayor poder de adquisición, sin importar que éste se sostenga en el eterno endeudamiento de sus ciudadanos más pobres. Pero ya sabemos cómo es Chile y sobre todo cómo piensan nuestras autoridades, quienes crean más y más centros comerciales como si se tratase de una necesidad vital para el pueblo. Lo triste de todo esto, es que así lo confirman miles de ciudadanos que convierten a estas grandes superficies en verdaderos templos del ocio familiar. Recuerdo ver cómo era noticia el comportamiento de muchos compradores en la apertura de un nuevo mall en Santiago, y al igual que en una película gringa, se agolpaban en las puertas de acceso horas antes de su apertura, no dudando en abalanzarse y empujarse unos a otros cuando al fin abrieron las puertas. Las imágenes eran surrealistas, sin embargo aún faltaba por ver.
En la misma línea no puede quedar fuera la mega construcción “Costanera Center” -también una prioridad en el reino del consumo- o “Saurón”, como le dice un amigo debido al parecido de su casco con el personaje de Tolkien. Y sí, tristemente tuve la oportunidad de conocerlo y comprobar cómo irrumpe torpemente en el paisaje, con ese casco monstruoso y ese puente que engulle y expulsa a ansiosos compradores que parecen no saciar su hambre jamás. Mientras veía el desfile de compras, pensaba en la cantidad de personas que entraban y salían por minuto, seguramente dicho espectáculo se repetiría diariamente, porque en nuestro país los malls están abiertos cada día, así como los supermercados. Fue entonces inevitable comparar. En muchos países –sobre todo en Europa- el comercio cierra los días domingos y festivos, esto implica que supermercados, centros comerciales y tiendas, cierren sus puertas sagradamente, y la verdad es que la gente lo vive bien porque además de entender que es un derecho laboral, es también una invitación a ocupar el día domingo en otras actividades de ocio, sobre todo con la familia.
Seguramente esta idea en Chile sería un verdadero sacrilegio. No tendría sentido en una cultura que venera el consumo y por tanto ofrece todas las facilidades para comprar, para endeudarse, para vivir con el sueldo del mes que aún no viene, para sentirse parte de un sistema que te bombardea con necesidades que probablemente no se tienen pero se adquieren.
Éste hostigamiento llega a tal punto que penetra espacios comunicacionales que al menos para mí, debiesen ser sagrados y objetivos en cuanto a sus contenidos. Tal es el caso de los noticiaros, que al parecer, olvidaron su primer cometido, el de informar. Basta poner cualquier canal y ver sus “noticias”, para darse cuenta que el show que brindan es deprimente. ¿En qué momento los noticiarios dejaron de informar?, ¿Porqué se convierte en noticia que el “Furby” este agotado?, ¿Por qué ocupan más de 20 minutos mostrando la afluencia de público en las principales zonas comerciales?, ¿Acaso se acabaron las noticias de verdad en nuestro país o en el mundo?, ¿Acaso no estamos viendo lo que hacen con nosotros?
Al parecer lo único importante es el consumo, nos están privando de información de calidad y no decimos nada, y lo que es peor, mucha gente que los ve se siente informada cuando realmente lo único que está recibiendo es un llamado a comprar y a no pensar en las cosas que realmente importan. En África se sigue muriendo gente por hambre, por guerras, por falta de agua; en Siria la gente no tiene donde escapar, prácticamente nadie les presta asilo; en India cada día decenas de mujeres son abusadas sexualmente; en España quieren reformar la actual ley del aborto; en Chile no tenemos políticas públicas para trabajar en temáticas de inmigración; En el sur de nuestro país oprimen a diestra y siniestra al pueblo mapuche; y así, miles y miles de noticias que jamás vi en la televisión, y creo que de eso deberíamos sentirnos avergonzados.
Mundialmente estamos en un sistema de consumo absolutamente naturalizado, por lo que cuesta más darse cuenta de la manipulación a la que cada día sucumbimos. Dejemos de creernos los jaguares de Latinoamérica, dejemos de pensar en que somos “bakanes” si tenemos el plasma de último modelo, dejemos de ser un triste pueblo al sur de Estados Unidos.
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