El pasado lunes 25 de mayo, se registró a través del celular de una transeúnte que caminaba por las calles de Minneapolis, Estados Unidos, el violento actuar policial de cuatro uniformados. El -ahora expulsado- oficial Derek Chauvin, presionó durante 7 minutos su rodilla contra el abatido cuerpo de George Floyd, joven afroestadounidense de 46 años, que esa noche se convertiría -en medio de una pandemia- en el símbolo del resurgimiento de las manifestaciones antirracistas en el país del norte.
El año 2017, la noche del 30 de agosto se registró un evento que evidenció otro ejemplo de violencia policial y racismo de la época contemporánea. Joane Florvil, madre haitiana de 28 años, fue el foco de la mirada condenatoria y cómplice de la policía y los medios de comunicación, quienes transmitieron sin pudor y vulnerando su derecho a la privacidad -exhibiendo su rostro- la detención desde la 48º comisaría, de la mujer que, días más tarde, fallecería en la Posta Central.
Pero ¿qué elementos en común encontramos entre los casos de George Floyd y Joane Florvil? No sólo el escrutinio público de sus vidas sobre su origen y tono de piel, sino que justamente dicho factor, fue lo que determinó su transitar en esta vida y su fallecimiento. Por su tono oscuro se les discriminó, se les entregó un trato despectivo desde la policía y los medios de comunicación, se les violentó y hasta los últimos minutos de sus vidas, se les hizo creer que eran los culpables.
El racismo arraigado tanto en Estados Unidos como Chile da cuenta de un elemento transversal en este contexto, el recrudecimiento de la violencia perpetrada por parte de las fuerzas policiales, las cuales han volcado su odio en contra de un sector de la población que ha sido históricamente desplazado por la sociedad y las instituciones, tal como sucedió con Joane Florvil y George Floyd, a quienes se les entregó un trato degradante y deshumanizante al momento de su detención y posterior fallecimiento.
El malestar, la inseguridad y la deshumanización que hoy sienten millones de personas a nivel mundial, son los motivos que incitan a exigir el fin de este trato despiadado contra la población afrodescendiente y migrante a nivel mundial, lo que ha llevado ha generar diversas formas de manifestación y expresión del descontento de la ciudadanía, como lo fue la quema a la estación de policías en Minnesota.
Pero ¿qué respuesta entregan las autoridades? lejos de invitar al diálogo o abordar la discusión en torno a la violencia policial perpetrada contra los grupos afroamericanos, el Presidente Donald Trump, respondió a través de su cuenta de Twitter “Cuando comienza el saqueo, comienza el tiroteo”, dejando en evidencia -una vez más- su nulo compromiso por el fin de la violencia en Estados Unidos.
Con declaraciones como las vertidas por el presidente norteamericano, no nos extrañemos del recrudecimiento que tendrá lugar en las calles del “país de la libertad”, los próximos días, en donde la pandemia del coronavirus ya no será una excusa para no salir a las calles, exigiendo el fin de la violencia racista en el país y el mundo, porque las vidas de George, Joane y miles caídos en manos de la violencia no serán en vano.
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