Una mezcla de fe, vestuarios tradicionales, comidas típicas y, sobre todo, hermandad, caracterizaron la celebración que organizó el Instituto Católico Chileno de Migración, INCAMI, para conmemorar el Día del Migrante en la Iglesia Italiana ubicada en la comuna de Providencia.
Autor: Juan Andrés Lizama
En un recinto repleto de personas pertenecientes a comunidades provenientes de distintas latitudes del mundo, residentes en Chile, el domingo 2 de septiembre se celebró el Día del Migrante, convocado por INCAMI, organismo dependiente de la Conferencia Episcopal de Chile para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes.
Monseñor Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago, presidió las celebraciones y ofició la misa, que junto a muestras gastronómicas y artísticas, permitieron a la audiencia participar y disfrutar de una agradable jornada.
La presencia multicultural fue destacada en el inicio de la misa dirigida por Monseñor Ezzati, a través de abanderaros que representaron a más de una decena de países durante el servicio.
“En esta época, en esta cultura postmoderna, las migraciones son un fenómeno que toca la realidad del mundo entero”, comentó Monseñor Ezzati a Revista Sur. “Yo creo que las migraciones nos ayudan a comprender, en primer lugar, que somos ciudadanos del mundo y que tenemos que acostumbrarnos y hacer cultura de ser ciudadanos del mundo”.
Gastronomía, canto, baile y circo como representación cultural
Al finalizar la misa efectuada poco después del medio día, se realizó una muestra gastronómica que permitió a múltiples comunidades exhibir y vender a precios accesibles sus platos típicos, intercambiando sabores, colores y costumbres.
“No hay mejor forma de celebrar la unión de las culturas, que poniendo en práctica sus tradiciones. Nada mejor que la gastronomía”, comenta con satisfacción Analía Cortes, quien pudo disfrutar de este festín elaborado por cada comunidad.
Acompañando la exposición gastronómica, hubo presentaciones de baile, canto y actos circenses, bajo la alegre y comprometida animación de Martha Lucía Gutiérrez, la anfitriona habitual de este tipo de eventos.
Cada presentación tenía un significado especial para las distintas comunidades, pues con cada acorde o movimiento se sentía el sabor de la recuperación y de la mantención de una cultura propia en una tierra extraña. “Las migraciones tienen también una connotación de dolor: dejar la propia patria, dejar la propia familia en busca de un horizonte que muchas veces no llega, tiene mucho de dolor. Entonces es una invitación a hacernos más acogedores, a hacernos más responsables del otro, más solidarios”, afirma Monseñor Ezzati, ante las presentaciones artísticas que culminaron la jornada.
Esas hermosas coreografías y la gran emotividad que encarnan, fortalecieron lazos entre los cerca de quinientos asistentes, forjando la idea de una comunidad migrante que se hace cada vez más grande en el país y que poco a poco se inserta más dentro del inconciente colectivo de la sociedad chilena.
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