En Chile estamos a sólo un par de días para que un nuevo gobierno asuma la administración del Estado, no recuerdo haber vivido una campaña electoral tan compleja, como persona migrante (primero cuando fui estudiante internacional en Estados Unidos y ahora con más de diez años en Chile), esto por lo extremo de las propuestas del candidato que salió derrotado en la contienda electoral, en donde sentimos amenazados derechos adquiridos como migrantes, como mujeres y como ciudadanos en general.
Escuchamos propuestas como la discriminación de mujeres divorciadas para acceder a beneficios y subsidios por parte del Estado, la detención arbitraria de personas migrantes en situación migratoria irregular en recintos no destinados para detenciones y, hasta, la persecución y criminalización de personas u organizaciones de la sociedad civil que asistieran a migrantes que hubiesen ingresado a Chile por pasos no habilitados. Afortunadamente la sociedad chilena fue capaz de analizar que retroceder en derechos sería nefasto, pero especialmente para las mujeres y por su puesto peor aún para las mujeres migrantes.
En la más reciente entrega correspondiente a la sexta ronda de la DTM de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) misión Chile, el pasado mes de enero, seguimos evidenciando que las mujeres siguen representando el 49% de la población extranjera que llega a Chile, esta cifra sigue resaltando la importancia de empezar a trabajar en políticas públicas intersectoriales que apunten a una mejor integración e inclusión de las mujeres migrantes en todos los ámbitos de la sociedad.
En las últimas semanas he tenido la oportunidad de observar de primera mano la situación de una cantidad no menor de mujeres en su mayoría de nacionalidad venezolana. Mujeres que todos los días dejan a sus hijos e hijas al cuidado de terceros para poder ejercer oficios en jornadas de más de nueve horas y hasta siete días a la semana, lo que desde mi punto de vista se parece más a una suerte de esclavitud moderna que a un empleo, para poder generar los medios siempre insuficientes para tratar de cubrir sus necesidades y las de sus familiares en sus países de origen. La historia de la jornada no termina ahí, llegan a sus viviendas a hacerse cargo de sus hijos e hijas en una dinámica que les previene de tener la tan anhelada “vida digna”
Hay que sumar a todo esto que la mayoría de las mujeres migrantes, en especial las que se encuentran en situación irregular, no buscan acceder a atenciones de salud física ni mental, y desde las expulsiones colectivas que vivimos el año pasado, menos buscan acercarse al Estado por miedo a correr la misma suerte de ser expulsadas sin tener derecho a un debido proceso. Todo esto sin duda representa un desafío para el nuevo gobierno que hereda de la administración Piñera un caos en lo que a la temática migratoria concierne.
De la nueva administración del Estado hemos visto señales importantes en materia de nivelar las condiciones de vida y laborales de las mujeres, hemos escuchado del presidente electo decir que tendremos un gobierno feminista y por primera vez tendremos un gabinete conformado mayoritariamente por mujeres, todas con capacidades y hojas de vida llenas de experiencia. Pero a mi parece la señal más potente sobre todo para las mujeres migrantes es el nombramiento de Lucía Dammert como jefa de asesores del segundo piso de La Moneda.
Lucía nacida en Perú, psicóloga de profesión, investigadora y profesora representa lo que las mujeres migrantes somos, trabajadoras incansables en todos los ámbitos de nuestras vidas porque no tenemos otra opción. Es claro que en Chile tenemos una crisis humanitaria de personas movilizadas forzosamente, pero esto no debe significar que no empecemos a ver el fenómeno migratorio desde la interseccionalidad. Debemos empezar a trabajar en diferentes enfoques para una inclusión más efectiva, y el enfoque de género debe estar presente. No es lo mismo un hombre que migra a una mujer migrante. Este desafío sin duda tendrá resultados favorables nos sólo para las mujeres migrantes y sus familias, sino además para las comunidades de acogida y una convivencia más amigable.
Espero que, con la entrada del feminismo al nuevo gobierno, veamos la planificación e implementación de políticas enfocadas a mejorar las condiciones de vida de todas las mujeres en el territorio chileno, que nos permitan ser más competitivas en lo laboral, tener más tiempo y espacios para una vida de esparcimiento y recreación, que se traduzca en mujeres más saludables y plenas para desarrollarnos independientemente de cuales sean nuestros objetivos de vida.
Hoy 8 de marzo como en años anteriores no puedo dejar pasar la oportunidad de enviar un saludo sororo a mujeres migrantes que día a día le entregan al país lo mejor de ellas, este abrazo va para, Mileivy Blanco, Alejandra Escurra, Ana Giudice y Carla Aros, quien ha sido homenajeada por su labor en pro de la comunidad migrante en la ciudad de Quillota. Sigamos adelante, tejiendo redes para una comunidad migrante y feminista.
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