Desplazarse forzosamente de la tierra de origen es una crisis en la vida del ser humano que divide su existencia. Se deja todo lo que se conoce: el lugar de infancia, la familia, las tradiciones, etc., para iniciar el éxodo hacia un destino desconocido donde no existe ninguna garantía de ser bien recibido. Esta realidad contrasta con el hecho de que los desplazados, al llegar a los nuevos asentamientos, aportan al bagaje cultural de los países que los acogen y están lejos de representar una amenaza para la seguridad o la economía.
Según cifras entregadas por la oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de Naciones Unidas los refugiados suman más de 14,7 millones de personas en 28 países alrededor del mundo.
Para comprender qué es ser un refugiado hay que considerar que esta condición no se elige, así lo señala el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados: “A nadie le gusta ser refugiado y nadie elige serlo. Ser refugiado significa algo más que ser extranjero. Significa vivir en el exilio y depender de otros para la atención de necesidades básicas como los alimentos, la ropa y el albergue.” Este cambio abrupto se debe a distintas razones. Muchas veces pertenecer a una minoría étnica, religiosa, ser partidario de alguna ideología política o estar al medio de un conflicto armado es suficiente para migrar en busca de mejores condiciones de vida. Sin embargo, para muchos refugiados ese anhelo no se cumple debido a que en los nuevos lugares donde se instalan aparecen los hostigamientos y amenazas, situación que se traduce en la necesidad de continuar el viaje para reasentarse allí donde si estén dadas las condiciones mínimas de seguridad.
En el año 1972 el Gobierno de Chile decidió tomar parte en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1951 en Ginebra. Según este acuerdo, Chile se comprometió a dar asilo a cualquier refugiado que cumpliera con los requisitos básicos para ingresar al país. A la adhesión de 1972 se sumó el apoyo en 1999 de la Vicaria de la Pastoral Social y ACNUR. Producto de estos dos acuerdos nació el Programa de Reasentamiento donde quedó establecido que las personas reconocidas como refugiados en la Convención de las Naciones Unidas de 1951 podían dirigirse a un segundo país de asilo dado que el primer destino no cumplía con las condiciones necesarias para asegurar su bienestar.
Este es el caso, por ejemplo, de los palestinos que estaban en condición de refugiados en Iraq como producto de la creación del Estado de Israel en 1948. Con la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003 viejos resabios aparecieron y esta minoría volvió a ser víctima de ataques por parte de las fuerzas armadas iraquíes y estadounidenses. Ese nuevo escenario planteo la migración como una necesidad inmediata.
Ese mismo año el grupo de palestinos establecieron el campo de refugiados de Al Tanf en la denominada tierra de nadie. Este fue el único lugar al que pudieron huir ya que ningún país vecino los acogió. Aquí, más de 1500 personas se vieron enfrentados a las condiciones extremas del clima desértico que superaba los 50º Celsius en verano y los -12º en invierno, sin posibilidad de acceso a servicios sanitarios o médicos y en un entorno plagado por insectos venenosos, escorpiones y serpientes.
En consonancia con el programa de reasentamiento en el año 2007 el Gobierno de Chile aceptó una petición del ACNUR y envió una comitiva al campo de refugiados de Al Tanf para entrevistar, durante catorce días, a veintinueve familias seleccionadas por este organismo para ser reasentadas. En la ocasión se les presentó un video con las características de Chile, su idiosincrasia, las perspectivas de desarrollo económico y también elementos desfavorables y desconocidos para estas familias como el alcoholismo y la drogadicción. En esta oportunidad se tomaron todas las precauciones para evitar que se repitiera lo ocurrido con 26 refugiados yugoslavos que en 1999 salieron del país y renunciaron a su condición debido al complejo trabajo de adaptación que debieron enfrentar.
Revista Sur se planteó el desafío de investigar lo que ha sido la vida en Chile de este grupo de palestinos reasentados que ya completan más de cinco años en el país y se lo vamos a entregar en la próxima edición.
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