¿Cómo hablar de este día sin sentir que está ligado al derecho a migrar? Hoy quiero reflexionar sobre el largo y agotador camino que las mujeres, las disidencias y las niñeces migrantes y refugiadas recorren en este Norte Grande. Un camino donde muchas no saben que existe un día en el que, por fin, pueden sentirse simplemente eso: mujeres. Mujeres sin categorías, sin clichés, sin discriminación. Un día para recordar que, ante todo, somos mujeres.
En este contexto de país, donde los sectores parecen cada vez más polarizados, se invisibiliza que, además de ser migrantes, también somos mujeres. Hoy, la libertad de expresión se ve amenazada, y esto genera un temor profundo en nosotras. Es una mezcla de realidad forzada y de lucha constante. Salir a una marcha, por ejemplo, significa ponerse en el ojo del huracán, pero también es un acto de valentía que sabemos que no enfrentamos solas. Nuestras compañeras no nos abandonan, porque, al final, todas somos mujeres.
La migración de las mujeres no solo refuerza categorías y estereotipos, sino que también silencia nuestras historias de vida. No se habla de nuestras luchas internas, de lo que dejamos atrás, de lo que anhelamos. No somos simplemente un símbolo de reproducción, seducción o fuerza de trabajo, como intentan reducirnos los discursos simplistas de los medios de comunicación. Somos mucho más que eso.
Somos el verdadero ejemplo del despojo de vida. Migramos por amor a nuestras familias, por un futuro mejor, pero nadie nos pregunta qué dejamos atrás. En cambio, se nos señala, se nos criminaliza, se nos reduce a una «ilegalidad» dentro de un sistema que no comprende que las políticas restrictivas solo generan más sufrimiento. Muchas de nosotras, al cruzar esa frontera tan anhelada, nos convertimos en víctimas de coyotes, violaciones, muertes y otras violencias.
Si hoy me preguntan qué es ser una mujer migrante, diría que es llevar una mochila cargada de lucha, amor y sueños. Es enfrentar cada día con la esperanza de que, a pesar de todo, podremos construir un futuro mejor para nosotras y para quienes nos acompañan en este camino. Ser mujer migrante es, ante todo, un acto de resistencia y de amor por la vida.
Deja una respuesta
Usted debe ser conectado para publicar un comentario.