A finales de los 80’s, y con la llegada de la “democracia” a Chile, Santiago y algunas otras zonas del país comienzan a experimentar un asentamiento migratorio por parte de comunidades latinoamericanas y oriundas de otras latitudes. Se trata de personas y familias que desean tener nuevas y “mejores” oportunidades, en un país que económica y administrativamente perciben como mucho más atractivo que los otros países de la región.
Lxs Santiaguinxs y los nuevos vecinos llegados desde Perú, Bolivia, Colombia, Cuba, Venezuela, Brasil, México y Haití, no saben lo que se viene: las nuevas culturas traen sabores, olores, colores y sonidos nuevos, que comienzan a fusionarse con lo local, y pasan a ser parte activa de la cultura viva, como lo evidencia la canción “Aquí están” de la banda chilena “Keko Yoma”: …”aquí están, no se van, es su libertad, aquí están, no se van, es su dignidad!”…
Es aquí en donde quiero introducirles en los sonidos de músicas tradicionales migrantes, que se empiezan a replicar en algunos barrios de Santiago, en los cuales producto del cambio de paradigma postdictadura, la juventud decide juntarse para construir una identidad común, en un acto político y de reparación.
La muchachada se junta para deleitarse con los nuevos sonidos que se proponen: cumbias, fandangos, chorinhos, descargas, samba, reviven la cueca y se comienza a replicar la música que se hace en formato de rueda.
¿Qué es una rueda?
Es una reunión de personas que se juntan para interpretar música. Es también un espacio de estudio musical abierto para enseñar y aprender en conjunto. Asimismo, es un espacio de resistencia cultural en donde se concentran y mantienen vivas algunas de las tradiciones musicales criollas.
La mayoría de las veces se hacen en la calle, pero también ocurren en bares, en casas de amigxs y familiares. Sus participantes se sientan haciendo un círculo, mirándose a los ojos, mirándose entre ellxs para poder comunicarse los cambios rítmicos y los sentires al interpretar la música.
Las “ruedas” comienzan a incorporarse a las calles santiaguinas desde aproximadamente el año 2005 según la sabiduría popular (algunxs músicxs que participan en ellas). Ebullen en ellas el estudio de algunos ritmos como: los sonidos de las gaitas colombianas y sus bailes cantados, la samba y el chorinho de Brasil, el son jarocho desde México, y a su vez se rescata la práctica del canto a la rueda en la cueca, entre otros interesantes y migrantes sonidos.
Pero, ¿Qué hace tan particular a las ruedas?, ¿qué es lo que cada una tiene de característico y qué es lo que nos ofrece al habitarlas?
Empezamos con la rueda de gaita y bailes cantados, donde principalmente se estudia la música afrocolombiana que viene del Caribe colombiano y de sus cercanías con el río Magdalena, la cual se practica más o menos desde el 2007. Cuenta la historia que éstas juntas en Santiago de Chile comenzaron a convocarse por Giuliano Ferreira, bogotano residente en Chile quien lideraba el grupo La Ceiba. También se generaron estas instancias gracias a la idea de Carlos Rojas, músico colombiano itinerante quien incorporó la idea de hacer ruedas en las noches de luna llena. Desde esa época hasta ahora, ha aumentado la participación activa de personas que se unen por gozo, por baile o por estudio de los variados ritmos afrocolombianos. Ésta es una rueda abierta a todos quienes deseen participar, hay una asistencia importante de mujeres tanto en la interpretación de instrumentos como en el canto y la danza. Los ritmos que se estudian e interpretan aquí son variados: cumbia, el bullerengue sentao, el fandango de lengua, la música de gaitas, el berroche, la puya y la tambora, entre otros.
En la actualidad la rueda de gaitas y bailes cantados no tiene una periodicidad constante. Se convocan de manera virtual a través de un grupo de Facebook llamado “Gaitazo?” y a partir de allí se les puede ver itinerando por lugares como la Plaza Bogotá, el Parque Bustamante, a la salida del metro Salvador o después de cualquier evento en donde haya una manifestación (concierto o festividad) colombiana.
Por su parte, “las rodas” (por su nombre en portugués) de Chorinho y Samba nacen hace 10 años aproximadamente, gracias a la migración de brasileños en Santiago y a su necesidad de juntarse con personas que tengan afinidad por estos ritmos. También nacen como una manera de incorporarse a la vida santiaguina, ya que el idioma es una primera barrera para poder sobrevivir en la capital chilena. Asimismo son trinchera de músicos chilenos desencantados con la idea de que Chile es un “país fome, sin ritmo”.
El Chorinho es un género que tiene más de cien años de trayectoria y mucha influencia europea tanto en su estudio como en sus instrumentos, por lo tanto, la mayoría de las personas que se reúnen son músicos con experiencia que se enamoraron del sonido y que lo estudian de manera casi religiosa, aprendiendo repertorio y conectando con el momento. El choro es en su mayoría instrumental: flauta traversa, clarinete, percusiones menores como el pandero o el triángulo, guitarra de 7 cuerdas y cavaquinho, entre otros. Esta “roda” se hace dos veces al mes y es convocada por redes sociales y el grupo de Facebook: Roda de Choro en Santiago.
El Samba es un género que vive en las poblaciones santiaguinas ya que es muy popular en los carnavales y las batucadas que allí participan. Viene del pueblo, fue clandestino y es parte de la resistencia afrodescendiente de las calles de Río de Janeiro. Además es un género que está en constante evolución sonora.
En Santiago, coexisten varias agrupaciones que se dedican a cultivar este género, una de ellas es Santiago Samba Club, quienes fomentan y convocan a esta “roda” que se concentra en una mesa, con músicxs y aficionadxs alrededor de ella, es un formato donde se le da la espalda al público y tiene como objetivo hacer parte a los mismos asistentes. Es una fiesta en sí misma, no da pie para quedarse quietx debido a la gran cantidad de instrumentos de percusión que concentra y a las voces de quienes interpretan el más variado repertorio de acordes alegres y realidades populares. Invita al goce, a la danza y a la observación de quienes interpretan cada uno de los instrumentos. La convocatoria a la “roda de samba” al igual que las anteriormente mencionadas, es a través de redes sociales y se practica dos veces al mes.
El Son Jarocho, es uno de los ritmos que se practica desde hace poco tiempo en Santiago. Su origen data de casi 300 años de antigüedad, es criollo, sus versos tradicionales se mantienen en el tiempo y nos hablan de la cosmovisión y realidades del pasado. Nació en Veracruz, México, tiene ascendencia africana en la clave y el zapateo, la parte europea que es andaluza nos trae el verso y la parte indígena su cosmovisión. La “Jarana”, el “requinto” y la “Leona” son sus principales instrumentos.
El Fandango de “Son Jarocho” es una fiesta tradicional y popular que celebra o conmemora fechas religiosas, matrimonios, funerales, o simplemente una ocasión especial. Consiste en que los participantes (“las jaraneras” y “jaraneros”) se reúnen en rueda y en medio hay una tarima de madera donde se zapatea, la que a su vez funciona como instrumento de percusión y como pista de baile. Una de sus características aparte de los instrumentos es lo que cuentan los versos.
Esta práctica llega a Santiago de Chile en 2018 gracias a la sabiduría de Araucaria Luna (cultora, música y folclorista chilena-mexicana), y a la curiosidad de lxs músicxs chilenxs, quienes comenzaron a pedirle que les enseñara esta tradición y abrirle paso a cultivar esta práctica. Es así como se crea el grupo Son Jarocho Chile.
En el Fandango de Son Jarocho que se hace en Santiago, la mayoría de las practicantes son mujeres. Algunas vienen de la práctica de la Cueca, ritmo con el cual se ha emparentado muy bien ya que la influencia de ambos son andaluzas y africanas, y una de sus características son los versos o versadas. Las mujeres Jaraneras de Santiago han hecho de su Fandango un espacio seguro, familiar, donde se convive con niñxs, y donde se hace presencia de la rima feminista. Además, asisten con sus jaranas a cada marcha del 8M. Por supuesto, esto no hace que sea excluyente de que los hombres también participen del Fandango. A diferencia de las ruedas antes mencionadas, no se hace un llamado tan abierto a toda la comunidad debido a que se practica en casas de distintos integrantes del grupo, pero si te interesa unirte, puedes escribir al anteriormente mencionado grupo de facebook, llamado: Son Jarocho Chile.
Las anteriores ruedas o rodas mencionadas, son una pequeña muestra de las prácticas a la rueda que se hacen en Santiago de Chile en la actualidad, las cuales son un interesante motivo de estudio, tanto musical como sociológico y antropológico. Cabe resaltar que la mayoría de estas reuniones, se sostienen, desarrollan y nacen en la calle, muchas veces al alero de comparsas de danzas carnavaleras ó también surgen inesperadamente después de los mismos carnavales Santiaguinos. Su desarrollo y sostenibilidad en el tiempo se debe a la cantidad de gente que participa, gente de casi todas las edades, entre 20 y 50 años. También son parte de la historia y patrimonio vivo que convive en la capital, pero por sobre todo, son espacios para compartir, de aprendizaje, donde el miedo a equivocarse se deja de lado y por sobre todo son espacios de resistencia y búsqueda cultural.
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