Me odio, te odio y odio a todos

Lo que viene aconteciendo en el Perú estos días ha visibilizado de manera cruda y publica la total intolerancia, racismo y poco aprecio que muchos ciudadanos peruanos tienen sobre si mismos y sus orígenes.

Lima, la capital costeña, es habitada mayoritariamente por migrantes internos, primeras, segundas, terceras y cuartas generaciones. Todos provenientes de las diferentes regiones, en su gran mayoría de origen campesino, este nuevo ciudadano, mezcla de criollismo urbano provinciano, siente un total rechazo hacia los provincianos, en especial de la sierra, se burla de su cultura y símbolos, y se expresa de ellos de manera totalmente despectiva, porque siente vergüenza de sus orígenes y de quienes son.

La clase política se ha desarrollado y avanzado siguiendo el modelo de racismo, aporofobia, machismo y todas las taras de discriminación que se han desarrollado por siglos, aparte de agregarle la corrupción propia de los países tercermundistas.  Y se crea este nuevo ciudadano, que apoya a un supuesto líder político “blanco” privilegiado, de cuello blanco, cuyo apoyo lo valida y distancia de sus orígenes y color.

Una franja de clase media que no siente ninguna identificación o empatía con los campesinos, indígenas, y gente pobre que está harta de un sistema económico que no funciona y solo los empobrece y precariza más.  Una clase media que gana un sueldo que le permite ciertos privilegios eventuales, pero que no es consciente que ese sueldo precario es lo único que lo diferencia de los excluidos, y que, en cualquier momento, si sigue este modelo económico de exclusión, lo pondrá en jaque, perdiendo su “poder adquisitivo”, como se vio con la pandemia.   

Un sector de Lima ha decidido no ver lo que sucede en el Perú “profundo”, porque solo viven en el superficial. Ese sector de Lima ve televisión peruana, la cual actualmente vende al país como el único democrático de Suramérica, porque todo aquellos que se atrevan a pronunciarse sobre lo que está sucediendo en Perú, son dictaduras, como Argentina, México, Bolivia, Chile, Colombia, etc.  La televisión peruana solo muestra a la policía nacional defendiéndose de supuestos cientos de miles de terroristas y vándalos, los cuales pueden y deben ser asesinados, así sean menores de edad, y cuyas muertes son celebradas en televisión nacional porque se lo merecen.

El odio y desprecio lleva al miedo, y de allí a la violencia y la represión desenfrenada hay un paso. En las regiones no importa que mueran decenas, el problema es Lima. Y la solución es militarizar la ciudad, con un despliegue de tropas nunca antes visto, y que hace a la gente preguntarse dónde estaban cuando la delincuencia y las mafias campean, y siguen actuando sin mayor control.  

De costa, sierra y selva están viniendo sendas delegaciones de pobladores, estudiantes, campesinos e indígenas a Lima, y esta ciudad ha creado cercos policiales para impedir la entrada de buses, camiones, o cualquier tipo de transporte que movilice al pueblo peruano hacia la capital.   Los noticieros horrorizados hablan de la invasión para destruir la capital, olvidando que ahí están viniendo sus padres, abuelos, familia, que han dejado atrás. Porque ahora gozan de un nuevo “estatus” que no les permite reconocer sus orígenes y los obliga a avalar la corrupción (muchos de los cuales vandalizan ciudades en la sierra en semana santa para divertirse, pero allí no dicen nada).  

Para poder saber que está sucediendo en realidad en el Perú, cuantos heridos y muertos está llevando esta horrible situación, debes ver medios alternativos, prensa internacional y redes sociales. Los medios masivos nacionales al unísono piden que cese la violencia de esta gentuza, que está siendo asesinada porque quieren, cuando lo más fácil, patriótico y democrático seria escuchar la voz del pueblo, que es la renuncia y salida de Dina Boluarte y del Congreso de la Republica.  El actual poder se sostiene solo con armas y fuerza.  Los extranjeros que estábamos precarizados en nuestros derechos, actualmente ni siquiera existimos y de paso también somos blancos del desfogue del odio a todo lo “diferente”.   Terminamos siendo tratados como los campesinos e indígenas, los otros migrantes, que quieren invadir a su país. “Lima”, la ciudad más “próspera y democrática” de Latinoamérica., potencia mundial como dice su nuevo alcalde, el mismo que debe millones de impuestos y nadie se los cobra.

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