El Gobierno chileno organiza expulsiones ilegales los fines de semana a través de un espectáculo que expone a las personas migrantes a una actuación sin precedente y que no respeta los estándares del debido proceso ni las garantías judiciales establecidas por la Constitución y los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Chile. Esposadas, vestidas con mamelucos blancos y chalecos reflectantes, separadas de sus familias e impedidas de comunicarse, son sometidas a la humillación pública. Nada se dice sobre el impacto que esta violencia tiene en hombres, mujeres y niños, ni de su angustia, sensación de injusticia y miedo permanente, ni de las dificultades e impedimentos que enfrentan para regularizar su situación en Chile.
Las ilusiones de un viaje migratorio que pensaron abriría una vida mejor se destrozan con el racismo del Estado, mediatizado y naturalizado en la vida cotidiana, al punto de que la sociedad chilena desprecia a sus comunidades, las responsabiliza de sus dificultades y repite los dichos de las autoridades que irresponsablemente las acusan de actos que jamás han cometido.
En este marco, las expresiones de Juan Sutil, presidente de la CPC, quien planteó que “Chile venía creciendo muy bien en ingresos, empezó a haber migración y eso detuvo el desarrollo y el crecimiento”, muestran un sesgo ideológico muy lejano a los estudios sobre los aportes económicos de la migración. Sutil comete el mismo error que el presidente Piñera, quien reiteradamente ha vinculado la migración con el escaso crecimiento económico, sin considerar que es el modelo económico vigente el que ha generado las desigualdades.
Las crisis económicas no son resultado de una migración que representa a un 8,5% de la población y aporta al PBI y al Fisco varias veces los recursos que el Estado gasta en ella en todos los rubros. El racismo se manifiesta esta vez desde una interpretación que oculta sus causas sistémicas para atribuirlas a quienes no corresponde y crear un clima de rechazo y odio.
Cuando sabemos que una nueva expulsión y probablemente otra y otra más se prepara con las mismas características de crueldad espectacular, el temor de las personas migrantes crece, agudizando sus angustias y dando cuenta de la deshumanización que se construye sobre sus comunidades.
Denunciamos el odio y el racismo que se practica y se difunde desde falsedades que dañan a quienes han llegado al país buscando dignidad y a las relaciones sociales que en una democracia deben darse en armonía.
Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas
Deja una respuesta
Usted debe ser conectado para publicar un comentario.