Soy migrante con derecho: un cuento de Richardson Charles Alida

Caminar es un paso hacia adelante. Igualmente migrar es un pasaje al otro mundo. Conocer otra cultura y tradición es narrar la historia de la humanidad a través de su gente entre diversas opiniones y varios puntos de vistas diferentes.

Cada uno mira el mundo a su mirada propia y su visión conceptual personal. A veces compartidos a veces no. No importa . Por eso, bajo de la lluvia yo ando buscando el futuro escondido en cada gota de aguas andinas en el sur del continente. Sin temor del frio, con amor al prójimo. A través de las ruedas de la existencia, tomo el tren o bien la micro del presente sigo avanzando hacia el destino. Moverme es mi derecho. No me paro hasta lograr mis metas. No me voy a detener hasta cumplir mis sueños queridos. Comprar mi pan de vida me importa más que el camino hacia la panadería. Cuando llego a la carnicería me importa pagar el precio de las pechugas de pollo a fin de llevármelas a casa. No me importa que la cocina es infeliz de que la quemo cada día. Lo más importante es comer mi comida. El racismo no existe hasta que sea una enfermedad, una discapacidad en la mente de uno que la sufrió.

Persona de color blanco o negro, verde o amarillo.

Así ando caminando hacia el futuro. Si vivir es un derecho humano, migrar es vivir como lo quiero, respetando las reglas de la buena vivencia. Todos tienen los mismos derechos a la vida.

Doy un paso firme hacia adelante para poder proyectar mis miradas a la ventana, sin importar las puertas cerradas. Ya es suficiente mirar hacia afuera. A buscar otros horizontes estoy planeando un día con frescura. Cuando despierto en la mañana, siempre estoy renaciendo en los brazos cariñosos de mi cama. A salir del lugar de mi confort, un nuevo paisaje me acaricia la cara y estoy rellenando de ánimo y energía. Me baño de calor en verano y me voy a secar mi cuerpo hasta la primavera.

Un día, cuando exploraba la cordillera, vi que cada uno adentro posee su propia montaña. Hay que subir hasta el límite. Pero fue esencial escalar las colinas para saberlo. Me di cuenta de que al quedarse a casa cada uno posee su altiplano alrededor de su lugar dependiendo de su estilo de vida.

«Todos somos migrantes» a dentro de su casa o al lado de su propio patio. Cada parte del mundo es un universo a descubrir en profundizarlo. La tierra nos es extranjera hasta que se la apropió paso a paso.

Un puma me preguntó: ¿Cuál es el hogar lo más pacífico para un bebé? ¿Su cuna o la matriz de su madre? A pensar en la buena respuesta recordé mi fecha de nacimiento. No respondí. El animal salvaje sonreía y se fue hacia el otro lado. No fui atrapado en su trampa . Y ustedes si me hacen la misma pregunta, les contesto: «Nacer es un derecho, al igual que morir y enterrar ese cuerpo en su lugar preferido».