Hoy conmemoramos dos años de ausencia de Joane Florvil, la cara más visible de la violencia racista estructural.
La sociedad en que vivimos es violentamente racista, estamos bajo una hegemonía blanca patriarcal que en su estructura, cuidadosamente pensada en la perpetuación del poder, dispone el último eslabón social a las mujeres negras, afrodescendientes y racializadas. Nosotras convivimos a diario, ante la mirada cómplice de la sociedad, con la deshumanización de nuestros cuerpos oscuros, convivimos con la negación social de nuestros derechos como sujetas pensantes, con la exotización, cosificación y folclorización de nuestra ancestralidad, con el nulo acceso a justicia y desarrollo de nuestras comunidades.
La situación de exclusión y marginación de la comunidad afrodescendiente en América Latina está íntimamente ligada a una antigua y violenta historia que se remonta a la trata trasatlántica, que fue la primera gran manifestación del sistema capitalista comerciando a gran escala, donde el producto de intercambio fueron nuestras ancestras y ancestros, y a 500 años sigue estando más vigente que nunca la manera en que se comercia con nuestras con nuestros cuerpos. Esta historia de horror, impunidad, violaciones y negaciones de derechos humanos, es parte estructural del sometimiento actual de nuestras comunidades. Somos muy consientes de que a la hegemonía que impera socialmente le incomoda el compartir el espacio con gente oscura, somos consientes de la violencia racista que nos golpea a diario.
Es así como vemos que el imperante racismo estructural presenta políticas públicas segregadoras, que excluye a comunidades indígenas y afrodescendientes de los mismos derechos que el resto de la sociedad. En Chile una de las mayores manifestaciones de aquello son las actuales políticas migratorias, que dividen a las y los migrantes en “buenos” y “malos” y no es casual que los malos seamos siempre los de visible ascendencia africana, no es un secreto que las personas migrantes no deseadas por el Estado se nos ha puesto innumerables barreras burocráticas para la obtención de la documentación necesaria para establecernos en el país o se nos comunica lo indeseadas que somos a través de expulsiones disfrazadas de humanitarias o de funcionarios racistas y xenófobos con específicos perfiles raciales para impedir el ingreso o de las redadas policiales sólo para gente negra, o de las persecuciones y violencia excesiva a migrantes vendedores ambulantes o de los formularios donde se nos pidió describir el color de nuestra piel o cómo somos tratadas en centros de salud y hospitales, en las instituciones públicas y privadas.
Por otro lado, nos enfrentamos a diario con el racismo cotidiano, con quienes nos recuerdan a diario que no somos bienvenidas aquí, con quien nos grita a la distancia que volvamos a nuestros países, con quienes no nos venden en el comercio o quienes no abren las puertas de la micro porque sos una negra de mierda te recuerdan, con quienes nos acosan sexuamente en la calle, en el trabajo, en la vida; el racismo está en todos los espacios posibles de la sociedad.
Hoy, no sólo conmemoramos un año más de la ausencia de Joane, de no ser por la exposición mediática de su muerte nadie la nombraría hoy, porque vivimos en una sociedad donde es necesario morir para ser tomada en cuenta, hoy conmemoramos también a todas las víctimas del racismo estructural, a Rebeka, a Monise, y aquellas de quienes no sabremos jamás pero también perdieron la vida a manos de las instituciones racistas, conmemoramos a las que están entrando ahora mismo por pasos no habilitados soñando con un futuro mejor para sus familias, conmemoramos a las que cada día salen a vender sus productos a la calle para seguir sobreviviendo, conmemoramos a las que nos topamos en el metro mientras ellas friegan el piso y ni siquiera reparamos en su presencia, conmemoramos a las que han perdido a sus hijes por la violencia racista obstétrica, conmemoramos a las que han sido engañadas con contratos falsos y luego son castigadas por el estado, conmemoramos a las que han sido expulsadas siendo madres de hijes chilenes, conmemoramos a las que han sido abusadas sexualmente, a las que han sido y son victimas de la cosificación racista de sus cuerpos negros por los machos blanco-mestizos; conmemoramos a las que trabajan en el comercio sexual, tanto a las que han sido víctimas de trata como las que no, conmemoramos a las víctimas del sistema extractivista capitalista, aliado fundamental del racismo.
Conmemoramos así también a las luchadoras antirracistas de abya yala. A las que batallan cada día para eliminar la violencia racista y patriarcal de sus territorios y comunidades.
Estamos aquí para mostrarle a la sociedad que la lucha de las mujeres negras está más viva que nunca, porque nacer en un cuerpo negro ya es nacer resistiendo. Frente a estas injusticias, luchamos. Sin embargo, hoy no estamos todas y ante la impunidad, ante la precarización, ante el empobrecimiento, ante la violencia racista patriarcal, ¿qué haremos? ¿Seguiremos paralizadas por el miedo o adormecidas por el sistema? ¿Seguiremos esperado que otras luchen nuestras batallas? ¿No estamos ya hartas de sentir en cuerpo propio y ajeno la violencia racista? ¿No estamos hartas de ser miradas distinto en cada espacio? De ser menospreciadas por la sociedad, de no ser consideradas mujeres.
No es tiempo ya de organizarnos, de seguir el ejemplo de tantas otras hermanas que se levantaron antes, de sacar la voz, de posicionarnos donde SÍ nos vean, no ha sido ya suficiente?.Por mí y por todas mis compañeras. El feminismo será antirracista o no será.
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