La crisis, los migrantes, la vulneración de derechos, los niños y ancianos, el hambre, los oídos sordos y las fronteras.
Más allá de ser un tema recurrentemente nombrado en los medios de comunicación, es una dolorosa realidad, cuando son mucho más de 4 millones de venezolanos quienes han salido del país para buscar un futuro mejor.
A estas alturas migrar por un tema político quedó a un lado, realmente se trata de una crisis humanitaria gigantesca. Ir al supermercado y no encontrar los alimentos básicos, o que estos suban de precio por minuto es normal, una hiperinflación de 2.300.000% es normal, hospitales sin medicamentos, refrigeradores vacíos, la desnutrición en ascenso, farmacias sin medicinas para casos crónicos, inseguridad desbordada, y guardar silencio estando en contra, porque tu vida puede correr riesgo.
Ahora bien, si nos ubicamos en el contexto de la migración, exilio dirían muchos, nos encontramos con la corrupción institucional interna, la mafia por obtener la documentación necesaria y poder establecerse en otro país. Debemos entender que no es tan sencillo sacar un pasaporte, puedes pasar años esperando que te llegue y en última instancia pagar en dólares a un “gestor” para que lo tramite. Igualmente, para el venezolano querer sacar una partida de nacimiento, antecedentes penales, apostillar un documento, puede llevar muchísimo tiempo.
Entonces, observemos que cada país impuso sus medidas migratorias debido a la creciente llegada de extranjeros, pero no analizan las dificultades reales de los afectados. Velan por sus propios beneficios y se escandalizan, tratando de aprobar leyes y aplicando nuevas restricciones. Mientras la empatía desaparece, la violación de derechos humanos va en aumento.
A su vez, los organismos internacionales hacen énfasis en el apoyo al migrante, pero realmente cuál es el aporte. Es más, del mismo populismo.
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