SIN ELLAS NO HAY GUAGUANCÓ

Soy mujer, migrante, salsera y machista en rehabilitación. Es así, porque para ser una feminista de tomo y lomo, hay que ser consecuente entre lo que se dice y lo que se hace; y como la salsa está ligada fuertemente a nuestra cultura colombiana no es del todo raro encontrar machismos en ella. Es ahí cuando me veo bailando por ritmo o costumbre entre una y otra barbaridad.

“Mala mujer no tiene corazón, mátala mátala mátala, no tiene corazón, mala mujer”, coreaba desde pequeña en alguna rumba familiar. Si bien esta canción de la Sonora Ponceña tiene buen ritmo y hace que los pies de cualquier amante de la salsa se muevan, es evidente el mensaje explícito de violencia contra la mujer. Después de naturalizar por muchos años esta y otras canciones con las que crecí, hoy durante mi rehabilitación tomo conciencia.

La presencia de mujer en las letras de salsa aparece subordinada a los discursos machistas y patriarcales. Somos fuente de inspiración, pero las menciones nos sitúan meramente como objeto sexual.  Y si es así en las letras ¿Qué queda para las artistas? Solo Celia Caridad Cruz pudo hacerle frente a una Fania machista setentera que consideraba que las mujeres vendían menos discos, misma idea que quedó instalada en las radios de la época que difundían este género. Lo bueno es que desde ese momento y varias décadas después muchas siguen batallando duro para hacer salsa.

Pienso en lo anterior y en cómo  ayudar a otras machistas en rehabilitación a fortalecer el rol de la mujer en este género musical. Bueno, lo primero es ser más solidarias entre nosotras, sea cual sea nuestro ámbito de participación: cantantes, músicas, bailarinas, djs, investigadoras, periodistas. Tantas amigas creyéndose “la última coca- cola del desierto” y no se dan cuenta que al sistema patriarcal salsero le conviene segregarnos. Hagamos equipo y respetemos el trabajo de todas.

Con tanto alfa jurándose evangelizador de la salsa, apoyémonos entre nosotras, vamos a los conciertos, paguemos la entrada (no pida descuento, ni pida entrar gratis ¡Respete!), motivemos la sana competencia, y aportemos en la consolidación de más instancias salseras en el espacio público.

Chile tiene salseras talentosísimas con tremenda voz y sabrosura a la hora de interpretar. Es momento que las orquestas tengan más participación femenina en sus agrupaciones. Queremos más mujeres al frente rasgando tarimas, más músicas castigando cueros y entregando el alma al viento.

Porque sin ellas, sin nosotras, señores ¡No hay guaguancó!

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