Ya ha transcurrido una semana de la muerte del ciudadano haitiano Benito Lalane. Tal acontecimiento, aparte de generar dolor y preocupación, vuelve a poner en la agenda el debate respecto a la importancia de políticas públicas en el área migrante y, más aún, políticas municipales que aborden la temática.
Para nadie es nuevo que la migración que está llegando a Chile es constante y con una clara connotación económica–laboral. Eso debiese ser un insumo para las autoridades, desde el gobierno central a los gobiernos locales, planteandose acciones propositivas y no reactivas, para así reflexionar y recien actuar acerca de mediadas paliativas para los migrantes que están en condiciones vulnerables. Pero no es así: en términos constitucionales, por ejemplo, seguimos tratando la migración bajo el contexto de una dictadura. Cambia el país, pero no cambian su marco legal.
La muerte de Benito Lalane, de 31 años y proveniente de Gonaives (ciudad ubicada al norte de Haití), se da justo cuando se celebra el día mundial del refugiado, que es otra clase de desplazamiento humano. En el fondo del problema de los desplazamientos forzosos subyace un problema estructural, de configuración sistémica. Es por eso que existen dos tipos de demandas migratorias: la primera de tipo estructural, que incluye a los inmigrantes económicos; la otra es coyuntural, que incluye a los solicitantes de asilo. Los primeros arrancan de la miseria; los segundos de la inestabilidad política. Hay una mezcla de ambos factores en el caso de los haitianos que llegan a Chile. Haití es uno de los países más pobres del mundo, con un sistema político inestable. Según el Banco Mundial, un 59% de la población haitiana está en situación de pobreza, sobreviviendo con menos de US$2,4. Un 24% vive en extrema pobreza, es decir: en situación de hambruna. Desde allá, Chile es visto como un país que brinda oportunidades de trabajo e institucionalmente estable. Por eso, todo indica que el flujo migratorio hacia Chile no se detendrá. Según el reporte «Migración en Chile 2005-2014», la cantidad de haitianos en Chile creció ocho veces entre 2013 y 2016, superando los 41 mil migrantes. Según el boletín informativo del Departamento de Extranjería y Migración, “la cantidad de visas otorgadas a personas de origen haitiano ha crecido sustancialmente, produciéndose el mayor aumento en el año 2015 con respecto a 2014, con un aumento de 5.244 visas otorgadas. El segundo mayor aumento fue en el año 2014 con respecto al año 2013, donde se observa un aumento de 1.067 visas otorgadas.
Por eso, y más allá de trágica muerte de Benito Lalane, el asunto pasa a convertirse en un tema de fondo y nos desafía como país, al plantearnos como damos solución a asuntos que se vienen discutiendo por más de 25 años y que llegan a ser reiterativos en seminarios, foros y candidaturas presidenciales, que es la situación de los migrantes que llegan a nuestro país y en qué condiciones se establecen.
Por tanto, y dada la connotación social y mediática que genera la muerte de un ciudadano extranjero (ahora fue Benito Lalane, mañana puede ser un ciudadano de otro país), urge la realización de acciones asociativas entre los municipios y las redes de cooperación gubernamental. Aquí nos detenemos en instituciones públicas (llamemos a aquellas reparticiones públicas que se vinculen en los temas para las necesidades de los migrantes) que aborden la temática no a través de procedimeintos o protoclos, sino que a través de acciones de capacitación, sensibilización e integración, ya sea para migrantes y para los realizadores de estas acciones, aquellas personas que transmiten un mensaje para bajar la información a la ciudadania (chilena y migrante). Junto a ello, evaluar y retroalimentar aquellos procesos y acuerdos que se establecen en la teoría y que en la práctica no son útiles para prevenir y mejorar las condiciones en que viven miles de migrantes en las distintas comunas de nuestro país y que lamentablemente están bajo el rótulo de migrantes vulnerables.
Como sociedad civil, presionaremos para que no existan más Benitos Lalane en Chile, y que, como en tantos otros temas, no sea la tragedia la que nos impulse a tomarnos los temas en serio.
*Columna escrita en conjunto con el Cientista Político Max Iriarte Santoro
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