Resulta cómico que un empresario que se ha dedicado a flexibilizar las fronteras y los accesos a continentes y países, piense en crear un filtro y una selección de personas que migren hacia Chile.
Cuando se habla de la migración en la ciudad de Antofagasta, estamos hablando de muchos inmigrantes de la zona del Caribe: colombianas/os, ecuatorianas/os, peruanas/os, bolivianas/os, dominicanas/os y últimamente venezolanas/os y haitianas/os. Hablamos de otras/os latinoamericanas, y hablamos de aquellos que nos recuerdan constantemente nuestros orígenes. Cuando se piensa en esos inmigrantes, se imaginan cuerpos, colores, sonidos, olores, sabores. Cuando se piensa en esos inmigrantes se piensa en un otro ajeno, alguien que puede alcanzar incluso una condición infrahumana, ya que de la forma en cómo se dice, un ser humano puede ser considerado tan indeseable que no se podría sentir ni la más mínima compasión ante su anhelo de empezar de nuevo, de hacer otras cosas o de simplemente, vivir en relativa paz.
Cuando Sebastián Piñera o Paulina Núñez hablan de esa forma de esos inmigrantes, de todos los que son para ellos indeseables, de aquellos a quienes habría que cerrar las fronteras, intensificarlas, hacer un filtro con “lo que Chile necesita”, dan cuenta de la más brutal de las ignorancias. Esa ignorancia vergonzosa que a la derecha populista le sirve para captar votos de nuestros compatriotas más hostiles, de aquellos con valores que al día de hoy solo se pueden entender como hipocresía y una vulgar ignorancia.
La ignorancia de Piñera no comprende que las personas de estos países, no se vienen a Chile por plata. De hecho, muchas y muchos ganan miserias antes de obtener un sueldo similar al de un/a chilena/o en nuestro país. No comprende que hay una invisibilización de conflictos armados, de desplazamientos forzosos, de deseos de salir de la pobreza, de los mismos sueños que mantienen los chilenos. De los mismos sueños que mantienen familiares míos y miles de chilenas/os en Estados Unidos o en Suecia, sin contar a los tantos otros miles repartidos a lo largo del mundo. Se invisibilizan esos conflictos, similares al que mantuvo a Chile expulsando a sus coterráneos durante la dictadura de Pinochet.
La ignorancia de Piñera no comprende que las personas que migran a Chile y en específico a nuestra región, han visto con buenos ojos y se han sentido agradecidos de este desierto, desierto que tantos empresarios amigos de Piñera se han dedicado a destruir con el fin de aumentar sus ganancias. Esta tierra, que ha tantos coterráneos ha albergado en la misma situación que a muchos de los que se habla.
La política de cerrar fronteras, raya en el límite de cualquier acto de humanismo posible. También la ignorancia de Piñera no entiende que establecer un ingreso selectivo no es una novedad, puesto que es la situación que ya se vive en nuestras fronteras. La discrecionalidad del funcionario de turno, aquella atribución puesta por la Ley de Migraciones de la dictadura, es la principal causante de los “ilegales” que tanto pronuncia Piñera como esos inmigrantes indeseables. Son esos mismos sujetos, que el Estado les niega la entrada, quienes ingresan de manera irregular. Son Latinoamericanos, muchas y muchos pujados por el deseo de convertir sus vidas o de llevar vidas vivibles quienes se enfrentan al racismo y al más vulgar clasismo en la entrada a este país.
La crueldad que esconde la producción de imaginarios sobre “seguridad”, esa crueldad que han reproducido Núñez y Piñera al hablar de esos inmigrantes, normaliza la anulación de Derechos Humanos (específicamente los Artículos 13, 14 y 15 de la declaración universal DDHH). Esa crueldad normaliza los maltratos cotidianos hacia estos inmigrantes, hace que otros se sirvan de estos argumentos para justificar su hostilidad con los extranjeros. Lo que hacen con esos énfasis para hablar de una Ley o Propuesta de Ley, es legitimar una cultura basada en la exclusión. Se esmeran en producir sujetos mezquinos, incapaces de sentir compasión, incapaces de entender el mundo fuera de las imaginarias fronteras nacionales, incapaces de pensar en otros futuros.
No podemos mirar si no es con el más profundo desprecio las propuestas de Sebastián Piñera en materias de Política Migratoria. Tal como su política de trabajo, están orientadas a perpetuar la miseria y precarización de millones de trabajadoras y trabajadores. Y como es tal, con los extranjeros: intensificar el sufrimiento de todos quienes vienen buscando un mejor porvenir. Esta ignorancia es tal, que incluso reniega de su compulsivo nacionalismo: “o el asilo contra la opresión”, un lema de la patria, lo convierte en “la opresión contra el asilo”.
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