Hablar de migración podría definirse como la “actualidad cultural” y si le sumamos el empoderamiento femenino, sería algo cómo: “La actualidad cultural del feminismo”.
Partamos por el lenguaje. Tomemos la definición de la RAE sobre el sexo débil: “conjunto de mujeres”. Sí para la RAE las mujeres son débiles, me pregunto qué dirán de las mujeres migrantes, “sexo débil qué empacó su vida en una maleta y se fue”. ¿Será eso sexo débil migrante? Migrar es una de las decisiones más complejas a las que se enfrenta cualquier ser humano, una vez se emprende el viaje, se divide el corazón, atrás ha quedado aquella vida, la familia, los amigos, el inesperado paso de los días, las remembranzas de a las navidades en compañía de los nuestros y hasta la muerte silenciosa que nos roba un ser querido sin avisarnos. Migrar es empacar la vida en una maleta y despojarse del alma.
Sin caer en la victimización diré que las mujeres migrantes enfrentamos una dificultad mayor, algunas se enamoran, se trasladan, se instalan y tienen hijos; con el paso del tiempo su relación se fractura y se ven forzadas a permanecer en un país ajeno, sin lazos ni red de apoyo, esa valiente mujer permanece por amor a sus hijos y no existe una ley que les permita marcharse porque necesitan el permiso del padre, la mayoría hace alarde de su nacionalidad para someter, maltratar , abusar y torturar, ya que de alguna manera “tiene el poder”. Otro cruda realidad es la trata de blancas, el engaño de los explotadores con promesas de una mejor calidad de vida y los arriesgados cruces fronterizos.
Finalmente, las solteras como yo, que migramos por los sueños y un día nos encontramos en una terraza contemplando el infinito, convenciéndonos que ser fuerte es poder decirle a ese otro ser humano- ¡vete a ser feliz! porque el mundo es demasiado pequeño como para perderse la oportunidad de apostar. Ahí hay una migración de emociones, un vacío iluminador y desgarrador, una vez más se atraviesan 32 kilos de esperanzas, entre lo que es y lo que la distancia dice no será. Siendo migrante no podría decirle a otro ser humano no lo hagas, tengo claro que la tristeza pesa un kilo más para el que parte, se queda uno nuevamente con el sin sabor ¿y qué hubiese pasado sí…?
Esa es la migración a la que nos enfrentamos las mujeres, el día a día entre la dificultad de ser “ellas” las extranjeras negras, esa desolación acompañada de soledad que ante la mirada masculina nos hace tener un aparente letrero de “disponible y sola” cómo si fuésemos prostitutas por desconsuelo y la idealización de unos cuantos ignorantes que no conoce más allá de su pantalla. Cargamos con una historia triste, con un referente que se hizo famoso por sus fechorías y se presume que todas hacemos parte de lo mismo.
Una mujer migrante merece ser admirada y respetada, no estoy de acuerdo con esas respuestas «entonces devuélvete a tu país». Lo que no entiende el emisor de esa irrespetuosa frase, es que volver, en ocasiones, es la solución menos asertiva, más cuando se ha creado un arraigo por el país en el que se permanece.
Se necesita una verdadera reforma de las políticas migratorias, no solo en Chile, es primordial que se dé en otros países, merecemos reconocimiento como mujeres migrante; es una verdadera odisea de reivindicación por cada día de sometimiento.
Nos movemos porque queremos, es un derecho, y no estamos dispuestas a renunciar a lo que nos corresponde, hoy en día somos más las que luchamos, aunque estamos más expuestas, más vulnerables y lamentablemente sigamos siendo vistas como el «sexo débil”, la realidad es que tenemos ovarios para continuar, sea en este país o en otro, somos seres supremos, maravillosas mujeres, sabias y fuertes.
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