¿Los chilenos son flojos? No lo creo. En los últimos años he aprendido que no se puede generalizar con virtudes y defectos, y menos cuando se trata de nacionalidades. Ahí podríamos caer en un grave error cuando se compara el desempeño laboral de chilenos y extranjeros. Como decía mi abuelo: «En todas partes se cuecen habas», y les digo que mi abuelo era muy sabio.
En el tiempo que llevo en el país he conocido muchos chilenos que dan ejemplo; esforzados, trabajadores, honrados, comprometidos. Y estoy seguro que son la mayoría, de lo contrario Chile no hubiera podido prosperar, como lo ha sabido hacer. Recuerden que los extranjeros en Chile somos la minoría.
Yo cambio la pregunta: ¿Hay chilenos flojos o malos para trabajar? Obvio que sí… definitivamente sí. ¿Hay extranjeros flojos para trabajar? Obvio que también. Los conozco; los he visto.
Sin embargo hay algo que no se puede negar: todos los migrantes (acá también incluyo a chilenos) llevamos con nosotros valores agregados muy poderosos que pudieran marcar la diferencia. Se trata del coraje que implica dejar su tierra para buscar nuevos retos; la valentía de enfrentarse a un mundo desconocido, en muchas ocasiones sólo y sin ayuda; y la voluntad – sin perder la dignidad, porque el trabajo nunca indigna- de desarrollar labores que en otras circunstancias no haría.
En ese orden de ideas el migrante, en términos generales, tendrá mayor devoción por el trabajo, porque sabe que, al tener menos redes, quedará más vulnerable si pierde esa fuente de ingreso. El migrante tendrá siempre adherido el tesón por la base importante para cumplir sus anhelos: su apreciado trabajo.
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