“Soy nieto de un migrante”, puntualiza el millonario. “Mi abuela era de Bolivia. Mi abuelo llegó con 16 años de Yugoslavia. Él viajó en tercera o cuarta clase, sin una moneda en el bolsillo. Cuando llegó al puerto de Antofagasta rezó: ‘Gracias, Dios, por poder estar aquí’. No exigió una casa para él. No tuvo educación gratuita y no solicitó una cobertura de salud. Él no dijo: ‘¿Dónde están mis derechos?’. Él dijo: ‘¿Dónde puedo trabajar?’. Luksic se inclina, como si no estuviera seguro de que el reportero alemán entiende lo que quiere decir: “Sabes, la migración debe ser ordenada. Un país no puede recibir a todos los que vienen. Quien es recibido, tiene una obligación de aportar. No se trata de egoísmo. Los humanos son iguales a los otros: mi padre, mi madre, mi hermana, mi vecino, mi país. No se nos debiera demandar ser más que eso”.
Escribo la presente porque no puedo dejar pasar el grosero comentario acerca de la migración del Sr.Luksic , particularmente con el fin de clarificar algunas cosas que deja entrever.
No creo en el mito de la “traición” que pone a Luksic como un “nieto de inmigrantes que ataca la migración”. Las declaraciones de este señor son simplemente la postura de una persona cuyos valores están definidos por la rentabilidad del negocio. Es un empresario comprometido con su negocio y su valor primordial es la maximización de sus ingentes recursos financieros.
Pero, ¿Porqué Luksic toca el tema de la migración, precisamente ahora? Sinceramente creo que lo que buscó fue “legitimizar” su fortuna, con la figura que es descendiente de un inmigrante, que no tenía recursos, que sólo trabajaba y que a partir de su trabajo sembró las bases de una de las más poderosas fortunas de nuestro sub continente. Esa imagen la usó para mostrarse como un heroico descendiente de tan noble linaje que, hoy, llega con una naviera a pretender volver a cruzar los mares en otras aventuras. Sinceramente escondió su garfio de pirata que no escatima en hacer negocios a costa de cualquier cosa.
Una “migración controlada”, así sentencia sus referencias hacia la migración en la entrevista. Sinceramente muestra una soberbia impresionante. Una “migración controlada”, se contrapone a una donde no existen controles, siendo que se ha demostrado hasta la saciedad que Chile no alcanza los promedios mundiales de migración y que, además, el uso de la fuerza de trabajo extranjera es vital para la economía del país. Las voces que plantean elevar el control migratorio, lo que buscan es restringirlo aún más, o simplemente minimizarlo, de ser posible extinguirlo, situación que iría contra los negocios del magnate, por lo que creo que sólo busca restringirla. Estas voces promueven una migración selectiva, como es el modelo vigente en el país. Pero con una migración selectiva, las personas sin recursos y sin calificaciones profesionales o técnicas no vendrían, simplemente no se les permitiría ingresar al país, así ha rezado la legislación migratoria de Chile. Es decir, el abuelo de Lucsik no hubiera venido “regularmente”, sería más bien un inmigrante irregular, ya que carecía de recursos económicos, no tenía oficio ni educación, llegó a los 16 años según el relato que comentamos. La posibilidad que el abuelo del magnate no se le hubiera permitido ingresar a Chile, es realmente provocadora, pero en fin, la suerte ya está echada.
El retrato del migrante irregular es el que dice Luksic de su abuelo, “gracias a Dios” habría dicho al llegar a Antofagasta, como así hoy lo dicen quienes cruzan el desierto minado o la línea del tren y llegan a Arica o Iquique. Me imagino al abuelo casi como un retrato de los dominicanos que vienen hoy al país sin visa.
Pero sus declaraciones van aún más allá. Dice, pretendiendo exaltar a su abuelo, que éste “No exigió una casa para él. No tuvo educación gratuita y no solicitó una cobertura de salud. Él no dijo: ‘¿Dónde están mis derechos?’. Él dijo: ‘¿Dónde puedo trabajar?”. Los inmigrantes buscan un lugar donde vivir, según sus posibilidades económicas y las discriminaciones del mercado que no les permiten tener créditos para adquirir vivienda. El Banco de Chile, propiedad de Luksic, así como otros bancos, no entregan cuestas y menos aún dan a los inmigrantes acceso igualitario a créditos. La educación gratuita es una demanda del pueblo de Chile en su conjunto, deriva de entender la educación como un derecho y no como un negocio, no como una mercancía. La salud de los migrantes es cubierta por los ingentes aportes que hacen estos mismos con los descuentos previsionales, producto de su trabajo. La cobertura de salud en Chile está diseñada en función a tus ingresos, lo financiamos los trabajadores. Como trabajadores inmigrantes mereceremos cobertura, o pretenderá el Sr. Luksic que aportemos y no tengamos salud. Una persona, por ser trabajador, no significa que renuncie a su dignidad, tener derechos y exigirlos es parte de la dignificación de los trabajadores, parece ser que el magnate quiere esclavos inmigrantes antes que trabajadores inmigrantes.
El colmo del descaro llega al final de su entrevista, ahí dice que “Quien es recibido, tiene una obligación de aportar”. Hipócrita frase de alguien que ha sido muchas veces bien recibido pero que ha pisoteado todo, dando gala de no tener escrúpulos cuando de sus negocios se trata. Para muestra un botón. Recibido con bombos y platillos en Perú, Luksic instaló una planta de Luchetti en Lima, en una zona de incalculable valor natural, destruyó los pantanos de villa, no sólo importantes para el vecino país sino para todo el continente por ser estratégico en la migración de aves. Al perder un juicio en los tribunales peruanos, sobornó a Vladimiro Montesinos para seguir operando, lo filmaron entregándole personalmente una millonaria suma de dólares. Fue procesado por cohecho y huyó de la justicia peruana, la que lo declaró prófugo. Sólo gracias a una cómplice prescripción se le permitió salir airoso de esa situación.
Si señor Luksic, los seres humanos somos iguales, al menos en dignidad, eso mismo le puedo decir, ya que económicamente no lo somos. Pero, por más que Ud. sea un magnate, eso no le da derecho a pisotear a las personas.
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