Ella se fue a Francia para que sus hijos tuvieran pasaporte europeo. Ellos se hicieron médicos y pusieron su consulta en Chile. Aquel se casó en la punta de cerro porque en la punta del cerro encontró quien le pusiera una carta de invitación, hasta hace poco una de las tantas llaves que abrían la reja de la isla. Estos otros fueron a hacer su magísteres y sus doctorados a universidades de varios lugares del mundo. La mayoría se fue a trabajar para mandar dinero a su madre o a sus hijos. No pocos se fueron con la esperanza de sacar a la familia.
Todos arrancamos y dejamos el cuarto igualito. Y ninguno arrancó para -disculpen el ejemplo- arrendar un yate y regresar clandestinos al país a liberarlos de lo que la mayoría consideramos un régimen totalitario y dictatorial. Ni tampoco organizaron una invasión por Bahía de Cochinos, como hicieron aquellos primeros emigrados, tan vilipendiados y cuestionados como olvidados y gracias a los cuales hoy la mayoría de los que llegan a la casa del enemigo histórico reciben muchos beneficios, que nunca hemos tenido los que escapamos a cualquiera de los cientos de naciones por las que estamos distribuidos los cubanos.
Y ni siquiera los que llegaron a la meca de industria y el mercado anticubano -industria y mercado, sí- se sumaron a estrategias, planes y organizaciones para provocar un cambio en la isla. Quizás porque su prioridad estaba en conseguir, cuando pasara el castigo, una visa para regresar a casa y poder ver a su familia. Y esa era su prioridad.
Si todos tenemos prioridades y nos hemos desentendido olímpicamente de nuestra responsabilidad como sociedad y como nación, por qué queremos cuestionar las prioridades, acciones y pasos que ha dado el Presidente Barack Obama.
La visita estos días de Obama a La Habana han hecho que me vuelva a preguntar ¿Qué queremos en realidad los cubanos? ¿Queremos que Obama nos haga la tarea? ¿Queremos dejar en manos de otro país que nos salven de la dictadura más larga del continente y unas de las dictaduras del proletariado más extenuantes del mundo?
Cuando asumimos esa postura estamos haciendo lo mismo que La Habana y su institucionalidad oficinal. Los hermanos octogenarios y su equipo de gobernación han ubicado siempre al culpables de los fracasos internos en Estados Unidos. Y nosotros, estamos haciendo lo mismo. Si Obama no tumba a los Castro, ¿será una mierda de presidente?
Pues no. Opino diferente.
Opino que Obama está consciente de que no le corresponde a él esa tarea y que su país lleva hartas décadas tratando de hacerle la tarea a los cubanos, tratando de cumplir la promesa hecha a los primeros defenestrados por el sistema de los guerrilleros.
No hemos sido capaces de asumir los riesgos y – como se dice en Chile- le hemos sacado el poto a la jeringa. Estamos en el palco y desde el palco no hacemos nada. Yo no me arriesgo a hacer nada. Pero reconozco el valor de las acciones de los otros. Desde las Damas de Blanco, desde los presos de conciencia hasta las acciones y el cambio de política que ha encabezado Barack Obama.
Lo agradezco. Y lo agradezco porque sacan la cara y representan a la manga de cobardes que somos todos, incluido yo. ¿Es muy valiente acaso ofender a Obama desde una red social porque no hace las cosas como queremos o como creemos nosotros los cubanos que un presidente de una nación ajena lo debe hacer?
La visita de Obama sí es importante. Aunque no le guste a los republicanos. El presidente negro está haciendo lo que ningún presidente norteamericano jamás hizo. Con una humildad y una paciencia que se sale de lo común. Ni los Castros con sus estrategias y su palabrería, sus condiciones y sus ofensas han logrado sacarlo de su foto.
Con esta visita, Cuba demuestra lo que sabíamos. Está cuidando sus dos principales armas de combate. No convertir a Estados Unidos de la noche a la mañana en el amigo y dividir a los hermanos para que pelee en las calles.
Señores, el problema no es Obama. Parecemos de ser mal agradecidos. El problema es Cuba, son sus gobernantes, es su relato con todos sus símbolos y somos nosotros. Sí, ustedes y yo somos parte del problema.
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