Tomás Moschiatti es uno de los hijos de un inmigrante italiano emprendedor que logró obtener una señal de radio y posicionarla en una región centro sur de Chile. Su padre hizo crecer la estación hasta hacer de ella el principal patrimonio familiar. Los hermanos han cuidado y hecho crecer la herencia al punto de convertir a Radio Biobío en un medio de comunicación infaltablemente necesario dentro del atomizado monopólico y comercial panorama de los medios de comunicación de Chile.
Tomás, uno de los Moschiatti, el más temido de ellos quizás, es un abogado que se ha hecho periodista con el ejercicio diario de la profesión. Es uno de los hombres que han relativizado la mentirosa teoría de la objetividad periodística e incorporado la opinión responsable en el mundo de la noticia. Como hombre al fin, como dueño de un dueño de un medio de comunicación al fin, tiene tantas oscuridades como luces, porque aunque algunos lo perciban como dios, esta afirmación no puede estar más lejos de la verdad. Fui su empleado y podría opinar de luces y de sombras. Y quizás algún día lo haga, a diferencia de muchos colegas que lo hacen a escondidas, por temor a cerrarse las puertas en un reducido mercado laboral periodístico. Algún día tal vez dé mi opinión, pero no hoy. Hoy me quedaré con que un muy responsable periodista de alma y de ejercicio soltó en los medios de comunicación la posibilidad de que la Presidenta de la República, Michelle Bachelet pudiera renunciar.
Por una parte tenemos a Tomás Moschiatti, por otra tenemos a un antiguo joven, reconvertido en líder de opinión de la maquinaria tradicional. Pasó de los canales alternativos. Hoy Nicolás Copano, para algunos de sus antiguos seguidores, se dio vuelta a la chaqueta o cambió el cuero de su chaqueta. La irreverencia juvenil lo hizo merecedor de su liderazgo comunicativo, transformándolo en un referente en las redes sociales, a lo que hoy suma su posicionamiento en espacios importantes del circuito comercial de televisión. Se podría cuestionar incluso si Copano, con sus constantes llamados a cuidar la democracia chilena (que no es lo mismo que la democracia), traicionó o moderó su irreverencia ante las tentaciones de la jerarquía y del dinero. Pero hoy no entraré en ese tema, hoy me quedaré con que un pendejo opinólogo o adolescente periodístico (si contamos sus años de ejercicio) puso públicamente en cuestionamiento al temido Tomás Moschiatti.
La disputa no se quedó ahí, porque fue mediática y aunque Tomás no quiso validar a Copano, evitando mencionarlo incluso en los comentarios de su emisora y de su canal de televisión virtual, los enterados sabíamos que la opinión del ex joven Copano le cayó como una bomba. Quizás con más esquirlas que otras bombas racimos que le han llegado tradicionalmente incluso desde el Palacio de Gobierno.
Todo por un rumor.
Un rumor puede generar CRISIS, generar deserciones de adeptos, hacer perder autonomía a los líderes de una empresa, un partido político, un medio de comunicación o una institución pública. Puede hacer que perdamos el compromiso de los trabajadores, de los ciudadanos o de los votantes.
Quién dijo la verdad en la disputa Moschiatti-Copano. Nicolás Copano, aunque Tomás volvió después con un comentario acerca de porque era información y no rumor. Tomás se equivocó. Era y siempre fue rumor. No sólo porque sabemos que el final no fue la renuncia de la Presidenta, sino porque una información si no es de primera fuente, siempre termina convertida en rumor, llena de grasa, de subjetividades, de inventos, de creatividad. Porque el rumor, como lo han definido la literatura teórica es una proposición específica para creer, que se pasa de persona a persona, por lo general oralmente, sin medios probatorios seguros para demostrarla.” O sea, Tomás nunca pudo tener pruebas para demostrar que lo que llegó a sus oídos era cierto, porque la información de boca en boca se deforma, cada vez que pasa a un ser humano, cambia, se modifica,… Y lo que llegó a los oídos de Tomás no era lo mismo que escuchó el primero que lo contó.
Los rumores son difíciles de contener, de controlar…
El rumor cumple un rol de la necesidad de información al interior del sistema; es información no oficial y por tanto el rumor es mayor mientras mayor es la diferencia entre el inicio de una especulación y la confirmación o desmentido de la misma.
- Técnicos: Son elaborados para causar un efecto. Se los denomina “agresivos”. Se los utiliza en propaganda. O sea, tienen un fin.
- No técnicos: Surgen espontáneamente. Refleja temores y en ocasiones puede actuar como un freno o alerta social. Transmite aspiraciones, esperanzas y deseos.
Las razones por las cuales un rumor comienza a andar son:
- Expresión de deseos y sueños
- Amenaza ficticia o hipotética
- Sembrar cizaña o discordia
- Presumir de información (primicia).
- Descargar tensión emocional
Sin lugar a dudas, la razón por la cual Tomás pisó el palito fue: presumir de información. El off de the record en el periodismo es uno de los canales más peligrosos si un periodista se da el lujo de no confirmar el off the record.
Sin embargo, quienes más tendrían que aprender de la Teoría del Rumor no es Tomás Moschiatti o Nicolás Copano, ni los comunicadores que viven de ellos y de las historias ficticias que generan. Los que más deberían aprender de la Teoría del Rumor son los representantes de esas instituciones que, a decir del discurso oficial, “funcionan” en el país. Mientras nuestros poderes, tanto el ejecutivo como el legislativo, no avancen hacia la real transparencia (no hacia el relato de la transparencia) y hacia la entrega oportuna de información (entrega real y oportuna y no esas comparecencias pauteadas y leídas con dos o tres preguntas como máximo) Chile, su gente y entre ellos sus comunicadores vivirán del rumor, que finalmente afecta la tan bullada y preocupante institucionalidad de la nación. Desde hace tiempo, los expertos están alertando acerca de que el rumor es uno de los fenómenos más importantes y poco atendidos de la comunicación. El error de Tomás Moschiatti esta vez fue no saber de Teoría de la Comunicación.