Un tercio de los alumnos que estudian en las escuelas Camilo Mori, de Independencia, y Centenario, de Iquique, no son chilenos. Y en cada sala, los diferentes acentos, colores y formas confluyen, dando paso a la multiculturalidad, con sus beneficios y desafíos.
Fuente: La Tercera
El primer día de clases de S.H. (13), en el sexto básico de la escuela Camilo Mori, de Independencia, fue un calvario. Venía recién llegando de Haití, de donde llegó junto a unos tíos, y en su vocabulario no figuraba ninguna palabra en español. No entendía nada de lo que decían sus compañeros. Mucho menos las instrucciones que daba el profesor. Eso fue el año pasado, y por esa misma razón finalmente repitió.
“Su caso fue muy complejo para nosotros. Debo reconocer que cuando lo recibimos lo quisimos cambiar a otra escuela, a alguna que tuviera al menos un profesor que hablara francés, porque no nos sentíamos preparados para tener un estudiante que no comprendiera nuestro lenguaje”, comenta Cristina Moreno, directora del establecimiento.
Pero S.H. no se fue y en 6 meses, logró un español fluido. Reconoce que primero empezó por los garabatos y que ahora, puede sostener una conversación. “Nosotros hicimos todos los esfuerzos que estuvieron a nuestro alcance por hacerlo sentir cómodo. Hubo ocasiones en las que le tradujimos las pruebas para poder evaluarlo mejor, pero al final la solución fue dejar pasar el tiempo”, agrega.
Pero en la sala, S.H. no es el único extranjero. Allí conviven día a día niños peruanos, colombianos, bolivianos, chilenos y ecuatorianos. De un total de 275 alumnos, el 32,5% proviene de otros países, y aunque no son enemigos en las clases de historia, lo son cuando hay partidos de fútbol.
“Para el Mundial de Brasil habilitamos la biblioteca para que los niños pudiera ver los partidos de su selección”, cuenta la profesora jefe del octavo básico, Alejandra Ibacache. “Acá hemos tenido que trabajar con mucha creatividad, para hacer el colegio más inclusivo, porque no hay apoyo extra para colegios que reciben extranjeros”, agrega Moreno.
“El Ministerio (de Educación) define el curso donde debe ir el alumno, según la edad que tiene, pero algunos niños llegan atrasados en comparación a las materias que nosotros pasamos acá y nos toca nivelarlos”, relata.
Por lo mismo, aprovechando los recursos de la Subvención Escolar Preferencial (SEP), han podido contratar profesores por horas para ayudar a los titulares en esta tarea. En una clase de matemáticas común, puede haber hasta cuatro docentes en sala para explicar de forma personalizada a los estudiantes que tienen dificultades para aprender. También, utilizan horas de la Jornada Escolar Completa para realizar talleres de reforzamiento.
“Para trabajar acá se necesita vocación. Es un escenario complejo, porque los profesores se enfrentan a niños muy vulnerables, cuyos padres pasan todo el día trabajando, que viven hacinados, que en algunos casos tienen problemas de comportamiento o de higiene. El año pasado, por ejemplo, se nos fueron tres profesores porque no aguantaron la realidad que se vive acá. Uno de ellos reconoció que se iba porque no le gustaba trabajar con ‘niños así’, refiriéndose a los extranjeros”, comenta Moreno.
“Los chilenos son bastante racistas y los niños también lo son, porque vienen con eso de la casa, sus padres desprecian lo diferente”, agrega Rebeca Jara, jefa de la Unidad Técnica Pedagógica.
Por esta razón, el colegio ha llevado a cabo una campaña para fomentar el respeto entre los estudiantes y así evitar situaciones de bullying. “En las clases de orientación les enseñamos que tienen que respetarse entre ellos mismos y desde ahí respetar a los demás”, agrega Rebeca.
También, organizan encuentros para el intercambio cultural. El próximo 5 de noviembre realizarán La Tercera Feria de la Diversidad, donde los estudiantes expondrán trabajos artísticos, y se hará también una muestra gastrómica, con comidas típicas de todas las nacionalidades que son parte de la comunidad educativa.
A punto de cumplir dos años en Chile, S.H. afirma que ya se siente cómodo y que le gusta todo de este país, menos la comida, “por que la preparan sin sal”. Tiene un mejor amigo del colegio que es de origen colombiano y con quien comparte el puesto. También tiene amigos en el barrio con los que juega a la pelota. Es delantero y de grande de gustaría ser como el futbolista nacional Jean Beausejour, a quién admira. También, sueña con el día en que se reencontrará con sus padres y su hermano, que viven en Francia. “Se fueron hace seis años y el 2017 me voy yo”, cuenta.
POR UN MEJOR FUTURO
Según cifras del Ministerio de Educación, de los 3.506.363 estudiantes que tiene el sistema escolar chileno, 22.612 son inmigrantes, los que están distribuidos por los diferentes sistemas educativos, aunque el que concentra la mayor cantidad es el sistema municipal, con 13.595 extranjeros (ver infografía).
Las tres nacionalidades con más presencia son la peruana, boliviana y colombiana. A esta última pertence Nayali (14), quien hace dos años viajó desde Palmira -cerca de Cali- a Iquique. “Mi hermana estaba mal de salud y mi mamá se había venido antes, así que nos volvimos a reunir acá”, cuenta.
Al principio estuvo en un colegio, pero se salió luego de sufrir una situación de acoso fuera del establecimiento. Así fue como llegó a la escuela Centenario, cuya matrícula cuenta con un 31,6% de estudiantes inmigrantes.
Allí conoció a Adamary (13), adolescente de nacionalidad boliviana, que la acompaña en todas sus locuras. “Es mi amiga y me encanta como son los colombianos, son muy alegres y buenos para bailar”, cuenta la joven, venida de Santa Cruz.
Al Centenario también asiste Mariarly (11), también de Cali. “Nos vinimos mis papás y mis cuatro hermanos hace un año, buscando un mejor futuro”, cuenta.
Su mamá, que fue la primera en venirse, trabaja de asesora del hogar y su papá en la Zofri. Cada mañana, antes de irse a su trabajo, él la va a dejar al colegio. “Los apoderados extranjeros de este establecimiento son muy responsables, creo que ellos, a diferencia de los chilenos, de verdad ven en la educación una herramienta de movilidad social”, cuenta el director de la escuela, César Sepúlveda.
“Por lo mismo, los mejores rendimientos y la mejor asistencia, viene de ellos”, detalla.
Al igual que la directora del colegio Camilo Mori, Sepúlveda coincide en que el horario de clases, por las exigencias del Mineduc, no les permite abordar culturas de otros países, pero que se esfuerzan en tener una escuela inclusiva. “Nos guiamos por el curriculum nacional y si hay clases que generan diferencias, como podría ser historia, el profesor participa como mediador para lograr consensos. Y las clases de orientación son aprovechadas para conversar sobre sus lugares de origen”, cuenta.
Sobre este tema, Gonzalo Muñoz, jefe de la división de Educación General del Mineduc, responde que “el currículum permite a los establecimientos integrar las distintas realidades territoriales y locales” y que “las escuelas tienen la posibilidad de enriquecer su propuesta pedagógica, aprovechando el valor de la multiculturalidad, lo que será promovido desde el Mineduc con algunas herramientas y apoyos especiales”.
Agrega que “el foco central del proyecto sobre lucro, selección y copago es la inclusión. Allí no sólo se establecen nuevos parámetros para poner fin a cualquier tipo de discriminación, sino que esto se hace entregando más recursos para atender a los estudiantes”.
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