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Los Medios y la Inmigración

Los Medios y la Inmigración

El trabajo realizado en Revista Sur me ha permitido conocer historias de vida conmovedoras, testimonios de personas humildes, trabajadoras, sacrificadas, con necesidades enormes, alejadas de su familia pero con una fe y convicción a prueba de todo. Ni la distancia, el idioma, el clima, la discriminación o cualquier adverisidad es capaz de torcer su voluntad. El anhelo de mejores oportunidades para ellos y los suyos no se transa. Renunciar no es una opción.

Estos últimos días la preocupación ha sido Yeye “El Huracán”, una joven bailarina cubana que llegó a Chile llena de ilusión. La pasión por el baile la llevó a ser una de las principales exponentes de la salsa en el país. Verla bailar, con sus plumas y aperos allá en el Havana Salsa, era un espectáculo hipnotizador. Hoy lucha desde la Posta Central por recuperarse luego de un accidente que la dejó tetrapléjica.

Ayer, como pocas veces en televisión, tuve la oportunidad de encontrar a seis negros, dominicanos y haitianos, hablando de sus vidas, mostrándose como lo que son: personas como usted o como yo, con los mismos derechos y deberes, luchando en un país que les ofrece mejores oportunidades.

Soy inmigrante. Mi papá lo es desde hace años, cuando la dictadura en Chile lo obligó a marchar. Mi mamá, mi hermano, mis primos, tios y amigos también enfrentan la vida desde la distancia, lejos del país donde nacieron. En la actualidad más de un millón de chilenos exigen desde el extranjero que se les respeten sus derechos constitucionales y se les permita votar.

Así como en Chile hay extranjeros, en el extranjero hay chilenos. Es un deber, una obligación moral y jurídica, respetar a los inmigrantes y en consecuencia, se valora el espacio que se ha abierto en los medios de comunicación para visibilizar este tema y sensibilizar a las personas. Es bueno que se conozca la historia de Yeye «El Huracán» y a través suyo dar cuenta del enorme esfuerzo que realizan los inmigrantes por garantizar su bienestar y el de sus familias. Me entusiasma pensar que cada vez más las historias de dominicanos, haitianos, colombianos, peruanos, bolivianos, etc, van a girar en torno a cosas positivas que pongan fin a los prejuicios y nos permitan hacer de éste un país plural, diverso, heterogeneo, multicultural, que ve en la diferencia un valor y no una amenaza.

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