El mundo de la diplomacia y las relaciones internacionales da para muchas anécdotas y situaciones curiosas. Pero lo ocurrido esta semana con el presidente de Bolivia, Evo Morales, no entra en ninguna de las categorías anteriores. La negativa de los gobiernos de Italia, Portugal, Francia y España de permitir reabastecimiento al avión presidencial boliviano no sólo es un hecho insólito, sino además extremadamente grave.
¿Qué fue lo que sucedió? El mandatario del país vecino se encontraba de visita oficial en Rusia. A su regreso al avión presidencial se le impidió acceder al espacio aéreo de los citados países para reabastecerse, debiendo hacerlo en Viena, Austria, lugar donde no estaba programado aterrizar. Las autoridades de París, Roma y Lisboa impidieron derechamente el aterrizaje del avión, mientras Madrid condicionó la entrada de la nave a una inspección previa.
Según trascendió la actitud de los cuatro países europeos estuvo motivada por la creencia de que en el aparato viajaba el ex técnico de la CIA, Edward Snowden, buscado por revelar tareas de espionaje de telecomunicaciones e internet por parte de Estados Unidos. Luego de poder reabastecerse en la capital austriaca, después de una espera de 13 horas, el avión del presidente Morales pudo volar hasta La Paz.
Las implicancias de tan grave e inaudito hecho aún están por verse en toda su magnitud. Pero ya podemos aventurar algunas conclusiones. En primer lugar las de carácter meramente diplomático: por ejemplo, que los jefes de Estado son absolutamente inviolables. Un vehículo en el que se desplace un jefe de Estado tiene inmunidad diplomática, por lo tanto no está sujeto a inspecciones ni revisiones. En términos simples, a Evo Morales no se le respetó su estatura de jefe de Estado de una nación soberana.
Además, no estamos hablando de un hecho casual. Se trata de cuatro países europeos que, justamente ahora, le impiden el acceso a su espacio aéreo a un avión presidencial. Todo apunta, según analistas de distintas corrientes, a presiones de Estados Unidos en torno al “caso Snowden”.
Si bien es cierto Washington tenía fundadas sospechas de que Morales le otorgara asilo a Snowden (el propio Evo lo había estado evaluando), resulta muy difícil comprender la actitud extremadamente servil y sumisa de los cuatro países europeos antes citados, ya que no solo se puso en riesgo la vida de una persona, sino que además fueron capaces de violar la costumbre diplomática y el derecho internacional, además de granjearse el rechazo y las iras de todo un continente, solo por quedar bien con el hermano mayor.
La paranoia estadounidense, su obsesión por la seguridad y el temor extremo que el resto del mundo le rinden al coloso del norte han llegado a niveles difíciles de comprender. Una cosa es que Estados Unidos tenga el legítimo interés en detener a una persona que considera un peligro. Una cosa es que los países europeos se sientan cercanos a Washington y a su poder militar (ya ni siquiera a su poder económico). Pero otra cosa es burlarse del derecho internacional y la práctica diplomática cuando se trata de un país humilde como Bolivia. Lo que menos necesitan Europa y Estados Unidos es seguir perdiendo su credibilidad en América Latina.
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