La crisis económica que afecta a la mayoría de los países desarrollados generó un cambio en las rutas migratorias desde América Latina. La transformación económica y política que sufre España, Italia y Grecia se ha manifestado en un retorno, muchas veces no voluntario, de los migrantes latinoamericanos que alguna vez decidieron echar raíces en el viejo continente.
Dentro de estas nuevas rutas migratorias nos encontramos con los colombianos, quienes desde los últimos 5 años han transformado el clásico patrón de inmigrantes peruanos, bolivianos y argentinos que representan el 52,56% del total de extranjeros en nuestro país[i]. Si bien el desplazamiento de colombianos hacia Chile no constituye en términos migratorios el flujo más grande, sí ha formado parte del grupo de países que a través del tiempo han presentado un comportamiento en constante aumento.
Según los registros del Departamento de Extranjería y Migraciones, con datos correspondientes al 2011, en el 2009 se otorgaron 2.273 permanencias definitivas a ciudadanos colombianos, y de las permanencias temporales ese mismo año de un total de 5.340, se registran 2.871 sujetas a contrato, 558 profesionales/técnicos, 259 vínculos con chilenos y 699 temporarias. Para el año 2011 la población colombiana en Chile ascendió a 14.401 personas, lo que representa el 3,9% de los extranjeros residentes dentro del territorio nacional. Si bien estos datos demuestran el aumento del número de colombianos, estas cifran corresponden al segmento de la población regular o documentada, por lo tanto el número real de inmigrantes colombianos sería aún mayor.
Este nuevo fenómeno, si bien puede ser explicado por el deterioro económico, los problemas de conflicto armado y la decisión de Colombia de adherir al Acuerdo de Residencia del MERCOSUR (que debe ser resuelto por los Estados miembros), han llevado a colombianos a desplazarse hacia Chile en un proceso de migración diferencial, presentando casos de migración laboral y de refugiados políticos.
Es quizás el momento apropiado para preguntarse si Chile está preparado para afrontar estos nuevos aires de multiculturalidad, y si la ciudadanía entiende que el desarrollo económico (visible para los vecinos de la región) va de la mano con la integración de estas nuevas rutas migratorias que en este caso en particular son los colombianos.
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