Hace apenas un par de meses el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, celebraba su triunfo en las elecciones presidenciales de ese país. Era la tercera reelección que ganaba el controvertido mandatario, que desde 1999 maneja los destinos de la tierra de Bolívar.
Sin embargo, el panorama político del país caribeño ha tomado un rumbo complejo e incierto. El presidente ha debido trasladarse una vez más a Cuba para someterse a una cuarta intervención producto del cáncer que lo aqueja. La delicada salud de Chávez pone en duda una serie de cuestiones: ¿Será capaz de asumir el mando el próximo 10 de enero? De poder hacerlo, ¿logrará completar su mandato? De no lograr ninguna de las dos cosas ¿el chavismo podrá seguir en el poder o será la hora de la siempre aproblemada, desunida y contradictoria oposición?
En primer lugar hay que dejar claro que Chávez es conciente de la difícil situación. Poco antes de embarcarse a La Habana señaló como sucesor en caso de muerte al vicepresidente y canciller, Nicolás Maduro, de quien dijo que “en ese escenario que obligaría a convocar a elecciones presidenciales ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente”.
En segundo lugar, el régimen ya trabaja para la etapa post Chávez. La persistencia del chavismo sin su mentor por cierto que es un tema complejo. Todos los regímenes o movimientos políticos con base en el liderazgo, carisma o caudillismo del líder tienen esta condicionante. Desde ya, el mismo Maduro, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y el ex vicepresidente, Elías Jaua, se perfilan como sucesores del país y del movimiento. Todos velan armas para la futura batalla.
Por último, la oposición. Pese a la compleja situación, el oficialismo logró un importante triunfo en las elecciones regionales del 17 de diciembre, obteniendo la gobernación de 20 de los 23 estados que forman parte de Venezuela. Henrique Capriles, líder opositor y ex candidato presidencial, tendrá un desafío muy grande a la hora de generar consensos al interior de la oposición, sino también de convencer a un electorado de clase media baja que ha visto, en los últimos 14 años, en Hugo Chávez a un presidente cercano y abierto a escuchar sus problemas.
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