Autor: Felipe Olivares*
Del periodismo amarillista al nacionalismo de los pueblos
Hay ciertos temas que es imposible hallar en lo que se denomina “la agenda”. Y por más que nos gustara que se hablase de ellos, parece ser que están destinados a tratarse de manera informal, o en formato de “news flash” debido al momentáneo nivel de repercusión que tienen en la opinión pública. Son aquellos temas que no alcanzan el nivel de revuelo que se necesita para que los medios de comunicación y la sociedad, en última instancia, presten su atención en ellos.
Junto a esto, existe otra arista para lograr entender por qué ciertos temas no llegan a la opinión pública, o si lo hacen, estos llegan sumamente manipulados y tergiversados. Y es que, la mala práctica del periodismo, la falta de rigor y el sesgo o la línea editorial, si usted prefiere, generan una distorsión en lo que se transmite. De la misma forma, la expresión y traspaso de información informal, es decir, aquella que no sigue canales institucionales, como las conversaciones entre amigos o familia, deja entrever lo equivocado y/o prejuicioso que podemos llegar a ser respecto a una diversidad de temas.
En particular, uno de estos temas es el que guarda relación con la migración hacia Chile, haciendo la salvedad de que no se intenta ni pretende otorgarle una connotación negativa, como lo sucedido con el programa “En la mira” de Chilevisión, o con aquella noticia en donde se exponía la cruda “realidad” de los inmigrantes en el gueto de Recoleta. Ambas situaciones lamentables, en donde se expone de forma gráfica, el mal uso de una disciplina profesional, como es el periodismo, desconociendo la importancia que ostenta la televisión en la opinión pública, por ende, se incurre en una gravedad tremenda, haciendo daño y denostando gratuitamente la honra e identidad de los pueblos, de las sociedad y los países
Lo anterior puede ser comprobado mediante un fácil ejercicio de análisis en las distintas esferas de la sociedad, desde lo político, económico y cultural. O sea, para que quede claro, en Chile se discrimina, y bastante. Sin embargo, la discriminación parece ser arbitraria, y supeditada a factores culturales, principalmente al color de piel y origen. Es por eso, que el país parece adorar la llegada de turistas argentinos, brasileños y europeos. Mientras que el boliviano, peruano, colombiano, no tiene cabida en las noticias de turismo ni en las páginas de sociales, sino que, en crónicas rojas, y prensa amarillista. Tratando de potenciar una imagen distorsionada, estirando los estereotipos culturales a más no poder, y generando un profundo daño a los lazos entre sociedades.
Sin embargo, a pesar de ser un problema cultural, la discriminación étnica y/o racial, tiene su bases en la política, puesto que tanto el Estado con su super estructura; los distintos gobiernos; autoridades; intelectuales; operadores políticos; ideólogos; etcétera, se han encargado a lo largo de la historia de Chile, de sentar las bases de un modelo, un enfoque o idea de sociedad orientada hacia el eurocentrismo, generando una negación contra los pueblos originarios, contra el cholo, contra el indio o “mapuche”. Es aún más lamentable, una vez desglosado esta problemática, percatarse que el problema siempre fue político, es decir, político puesto que el mapuche, el aborigen representó un problema para el español, una piedra de tome a sus intereses. Y evidentemente, como colonia española, heredamos virtudes y defectos, y uno de ellos ha sido, pretender ser algo que no somos, que nunca podremos alcanzar. Ser como los europeos, pensar como ellos, comportarnos como ellos, lo cual se piensa desde la diferenciación con nuestros orígenes.
La elite que gobernó Chile una vez que este fuese una república independiente aplicó siempre aquella lógica de diferenciación con el “indio” latinoamericano. La elite nunca se sintió parte de una nación, jamás compartió las necesidades y menos los intereses del resto de la sociedad. Y evidentemente, los conflictos posteriores en los cuales Chile se vio involucrado, como la guerra del pacífico, tienen mucho de aprovechamiento político, intereses creados entre elites, manipulación y manejo de las masas. Incluso, toda la lógica de la modernidad en sí misma, es una contradicción de lo que se entiende por cohesión social o por regla de una nación.
Es por ello, que es la sociedad, quien finalmente termina haciéndose cargo de un problema que jamás le competió. Somos herederos de una odiosidad sin fundamentos reales, legatarios de una encrucijada racial, étnica y cultural, con raíces en la política. Evidenciamos un falso nacionalismo latinoamericano, falso y negativo en la medida que sigamos valorando a la sociedad bajo categorías forjadas bajo el alero de los intereses creados y las pretensiones de supremacía de una cultura sobre otra. Es hora de sacarnos la venda y comenzar a valorar la mayoría de las semejanzas que compartimos como pueblos y dejar de lado las pocas pero profundas diferencias.
*Cientista Político de la Universidad Central, Diplomado en Política Mundial de IDEA USACH